jueves, 29 de noviembre de 2012

simon bolivar quizo invadir paraguay


Simón Bolivar quiso invadir el Paraguay

 José Gaspar Rodriguez  

En la noche del 8 de diciembre de 1821, las tropas del Dictador Francia penetraron en el territorio en litigio con Argentina, destruyeron el establecimiento agrícola del sabio Aimé Bonpland y lo secuestraron. Posteriormente fue confinado, por orden del Dr. Francia, en la aldea de Santa María de Fe. El secuestro de Bonpland se prolongó durante diez años. No obstante, se le permitió dedicarse a labores agropecuarias. También se utilizaron sus servicios médicos y humanitarios.
Los amigos de Bonpland, Simón Bolívar y el sabio Humboldt, interpusieron toda su influencia para rescatar su libertad.
Aparte del Libertador Bolívar, muchos Gobiernos de América y de Europa se preocuparon por la suerte del naturalista Bonpland. Pero había la dificultad de comunicarse con el dictador Francia. El presidente de Bolivia, mariscal José Antonio de Sucre, se ofreció para hacer llegar a Asunción los oficios; el teniente Luís Ruiz, quien llevaba la misión de invitar al Paraguay para entablar negociaciones comerciales con Bolivia. Desde Fuerte Olimpo, donde llegó en mayo, Ruiz pidió permiso para bajar a Asunción. Francia estalló de indignación cuando leyó el tratamiento de “Jefe Supremo de la Provincia del Paraguay” que traía sus oficios. Ordenó que le fueran devueltos sus pasaportes a Ruiz y que se hiciera saber de viva voz que antes que Bolivia el Paraguay había tenido el título de República. Francia explicó al comandante de Olimpo que era preciso tomar esa actitud “porque de lo contrario se acostumbraría tratar con menosprecio y con tono de mayoría al Paraguay y su gobierno”

simon bolivar 

carta de Bolivar al Dr. Francia

Lima, 22 de octubre de 1823
Al Excmo. señor Gaspar Rodríguez Francia &&
Excmo. señor:

Desde los primeros años de mi juventud tuve la honra de cultivar la amistad del señor Bonpland y del barón de Humboldt, cuyo saber ha hecho más bien a América que todos los conquistadores.
Yo me encuentro ahora con el sentimiento de saber que mi adorado amigo, el señor Bonpland, está retenido en el Paraguay por causas que ignoro. Sospecho que algunos falsos informes hayan podido calumniar a este virtuoso sabio y que el gobierno que V. E. preside se haya dejado sorprender con respecto a este caballero. Dos circunstancias me impelen a rogar a V.E. encarecidamente la libertad del señor Bonpland. La primera es que yo soy la causa de su venida a América, porque yo fui quien le invité a que se trasladase a Colombia, y ya decidido a ejecutar su viaje, las circunstancias de la guerra lo dirigieron imperiosamente hacia Buenos Aires; la segunda es que este sabio puede ilustrar mi patria con sus luces, luego que V.E. tenga la bondad de dejarle venir a Colombia, cuyo gobierno presido por la voluntad del pueblo.
Sin duda V.E. no conocerá mi nombre ni mis servicios a la causa americana, pero si me fuese permitido interponer todo lo que valgo por la libertad del señor Bonpland, me atrevería a dirigir a V.E. este ruego. ¡Dígnese V.E. oír el clamor de cuatro millones de americanos libertados por el ejército de mi mando, que todos conmigo imploran la clemencia de V.E. en obsequio de la humanidad, de la sabiduría y la justicia, en obsequio del señor Bonpland!
El señor Bonpland puede jurar a V.E. antes de salir del territorio de su mando que abandonará las provincias del Río de la Plata, para que de ningún modo le sea posible causar perjuicio a la provincia del Paraguay, que yo, mientras tanto, le espero con la ansia de un amigo y con el respeto de un discípulo, pues sería capaz de marchar hasta el Paraguay solo por libertar al mejor de los hombres y al más célebre de los viajeros.
Excmo. señor: Yo espero que V.E. no dejará sin efecto mi ardiente ruego, y también espero que V.E. me cuente en el número de sus más fieles y agradecidos amigos siempre que el inocente que amo no sea víctima de la injusticia.
Tengo el honor de ser de V.E. atento obediente servidor.
Bolívar
(Tomada del original triplicado; otro ejemplar se halla en la Universidad de Georgetown)
Bolívar, Simón, Obras completas, Caracas: Bloque Editorial Dearmas, Colección Bohemia, Volumen I, Tomo V, 198?, pp. 820 — 821.


Lima, 23 de octubre de 1823
A la señora Bonpland
Señora:
Hace muchos años que tuve la satisfacción de ligar mis sentimientos a los del célebre y virtuoso Bonpland, ahora digno esposo de Ud.
He sabido, con sumo dolor, que este caballero se halla prisionero en el Paraguay con la inocencia que caracteriza a los mártires. En consecuencia, me tomo la libertad de dirigir a Ud. tres cartas para el señor Francia, con el laudable fin de rogarle por la libertad de mi estimable amigo Bonpland; las que suplico a Ud. se sirva dirigirlas por diferentes vías al Paraguay.
Si por un prodigio de la buena suerte el señor Bonpland pudiere salir de los calabozos del Paraguay, yo ofrezco a Ud. y a toda su familia un destino honroso y útil al compañero del descubridor del Nuevo Mundo. Entonces mi satisfacción sería infinita porque reuniría en el seno de mi patria a uno de mis mejores amigos y a un sabio que esparciese la luz de la naturaleza por todas nuestras vírgenes comarcas.

Tenga Ud. la bondad, señora, de contarme entre las personas que más desean emplearse en servicio de Ud., y de aceptar los testimonios de la consideración y aprecio que le profeso.
Atento y obediente servidor.
Bolívar, Simón, Obras completas, Caracas: Bloque Editorial Dearmas, Colección Bohemia, Volumen I, Tomo V, 198?, p. 822.

Carta de Gaspar Rodríguez de Francia a Simón Bolívar
Patricio:
Los portugueses, porteños, ingleses, chilenos, brasileños y peruanos han manifestado a este gobierno iguales deseos a los de Colombia, sin otro resultado que la confirmación del principio sobre que gira el feliz régimen que ha libertado de la rapiña y de otros males a esta provincia, y que seguirá constante hasta que se restituya al Nuevo Mundo la tranquilidad que disfrutaba antes que en él apareciesen apóstoles revolucionarios, cubriendo con el ramo de oliva el pérfido puñal para regar con sangre la libertad que los ambiciosos pregonan. Pero el Paraguay los conoce, y en cuanto pueda no abandonará su sistema, al menos mientras yo me halle al frente de su gobierno, aunque sea preciso empuñar la espada de la justicia para hacer respetar sus santos fines. Y si Colombia me ayudase, me daría un día de placer y repartiría con el mayor agrado mis esfuerzos entre sus buenos hijos, cuya vida deseo que Dios Nuestro Señor guarde por muchos años.
Asunción, 23 de agosto de 1825
                                                                                     antonio jose de sucre
Carta de Sucre a Santander

A. S. E. el general Santander

Potosí, a 11 de octubre de 1825


Mi querido general y amigo:


El 28 del pasado escribí a Vd. desde Oruro y tengo el gusto de repetirlo en el presente correo. Empezaré por decirle que el 5 llegamos a esta ciudad, y el pueblo ha recibido muy bien al Libertador: S. E. se muestra contento de Potosí.

El 7 en la noche llegó la legación argentina compuesta de los señores general Alvear y doctor Díaz Vélez; estos caballeros, aunque no están presentados públicamente al Libertador, le han mostrado ya en conferencias privadas el objeto principal de su mensaje, que es pedir auxilio contra el emperador del Brasil porque los sucesos de la Banda Oriental hacen imprescindible una guerra; ellos han pedido no sólo tropas sino la escuadra de Colombia, ofreciendo pagar cuantos gastos se ocasionen por ambos socorros a cuyo efecto tienen (y es verdad) tres millones de pesos dispuestos y en arcas para sostener esta guerra. El Libertador les ha contestado que dar tales auxilios sería una declaratoria de guerra por nuestra parte al emperador, lo cual no está en sus facultades; que ellos deben ocurrir al congreso de Colombia, al del Perú, y acaso al de Panamá; no sé si han pasado a más las conferencias; supongo que el Libertador informará a Vd. de todo.

Yo he indicado al Libertador mis opiniones; creo buenamente que una guerra al emperador del Brasil no sería difícil en cuanto a quitarle las posesiones que ha incorporado a la República Argentina y aún más allá, porque nuestras fuerzas físicas y los elementos de la revolución darían muchas facilidades; pero que un rompimiento con el emperador alarmaría a los santos aliados y aun la Inglaterra misma no lo vería bien, lo cual causaría inmensos daños a nuestra causa; que yo creo que antes de ocurrir a la guerra se deben tocar con dignidad todos los medios de conciliación para que el emperador devuelva lo que ha usurpado violentamente a los argentinos; que entretanto podemos ir disponiendo nuestras fuerzas para garantizar un resultado, entablando toda clase de relaciones con el Brasil y los patriotas republicanos que hay en el territorio, examinando las fuerzas militares y medios de defensa del emperador, etc., etc., etc., para marchar sobre datos ciertos. En fin, mis opiniones están todas por la prudencia, para que en caso de un rompimiento sea después de repletos de justicia y con examen de todo, todo, para no exponernos, y para que podamos obrar desde el principio con vigor.

El Libertador parece que está en el proyecto de mandar una expedición de cuerpos del Alto y Bajo Perú a tomar el Paraguay, que sabe Vd. que gime bajo el tirano Francia, que tiene aquella provincia no sólo oprimida del modo más cruel, sino que la ha separado de todo trato humano, pues que allí nadie entra sino el que gusta Francia, y acaso encarcela luego al mismo a quien ha permitido entrar. Dice el Libertador que hará ejecutar esta expedición si el gobierno argentino se la pide; mas no sé si la ha definitivamente resuelto. En el próximo correo del 27 podré acaso dar a Vd. mejores y más detallados informes.

Nuestras tropas están siempre en el más brillante pie; su espíritu nacional toca al delirio; la organización de los cuerpos, su disciplina eximia, etc., va llegando a la exactitud; en fin, Vd. se encantaría de gustos si pudiéramos presentarle este ejército, porque es un bello cuerpo de tropas que hace honor a Colombia.

Me despido de Vd. saludando a su señora hermana y amiguitas, y repitiéndome muy cordialmente su sincero amigo y compañero,

[Antonio José de] Sucre

Bolívar en la primera conversación que tuvo con los delegados argentinos, se apresuró a reproducirles su proyecto de invasión del Paraguay, asegurándole que el objeto principal de la invasión tenía mucho de romántico y éste era libertar a Bonpland. Los diplomáticos argentinos manifestaron que su Gobierno o el Congreso argentino no autorizarían la empresa. El proyecto de Bolívar tampoco fue aceptado por el Gobierno de Colombia. Bolívar abandonó su plan. Bonpland continuó en su apacible cautiverio.
Aimé Bonpland fue liberado en 1831. Una vez libre, Bonpland se dedica a recorrer las misiones brasileras, se establece por corto tiempo en Buenos Aires y luego en San Borja, donde continúa con sus investigaciones botánicas; regresa a Corrientes y se dedica al cuidado de una estancia, que después deja para seguir recorriendo el territorio fronterizo entre Argentina, Uruguay y Brasil: Las Misiones Centrales del Paraguay.
Notablemente, Bonpland se encariña del Paraguay. Se unió con María, hija de un cacique, con quien tuvo dos hijos; tanto fue su aquerenciamiento que al ser liberado llora por no querer dejar la tierra.

simon bolivar en el paraguay

La idea de Hugo Rafael Chávez Frías (28-VII-1954) con sus partidarios Rafael Vicente Correa Delgado (6-IV-1963) de Ecuador; Juan Evo Morales Ayma (26-X-1959) de Bolivia; José Daniel Ortega Saavedra (11-XI-1945) de Nicaragua, y Cristina Elisabet Fernández Wilhelm (19-II-1953) de Argentina, es llevar adonde fuera necesaria las ideas antimonárquicas o antiimperialistas que Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco, más conocido como Simón Bolívar (1783-1830) predicara hace dos siglos, un "libertador" que solo llegó hasta el Perú y que en un alarde de prepotencia y poder amenazó invadir el Paraguay para liberar al botánico francés Aimé Jacques Alexandre Goujaud Bonpland (1773-1858), cautivo del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia (1776-1840), dictador perpetuo de la novel República del Paraguay, verdadero teatro de las revoluciones y cuyos orígenes emancipadores ya arrancara el 11 de marzo de 1544 con la primera revolución comunera protagonizada por las huestes locales insurrectas de Domingo Martínez de Irala (1509-1556).    

Bolívar intentó repetidamente obtener adeptos y coadjutores para ejecutar su idea de llegar hasta el Paraguay. Ante el rechazo y la negativa generalizada de los jefes y caudillos regionales que vieron pelear a los paraguayos en Ayacucho por la independencia del Perú, se quedó con la ganas. No se animó a emprender dicha aventura en soledad con su ejército, ya que la intrépida figura de un enclaustrado Rodríguez de Francia en su propio territorio infundía temor a todos, especialmente a los clandestinos, oportunistas y demagogos, quienes sufrían irremediablemente los coletazos de su alma justiciera e incorruptible.    

Los intentos de invasión quedaron en las epístolas   
El 22 de octubre de 1823 en Lima, citaba Bolívar en su carta dirigida a Francia: "El señor Bonpland puede jurar a V.E. antes de salir del territorio de su mando que abandonará las provincias del Río de la Plata, para que de ningún modo le sea posible causar perjuicio a la provincia del Paraguay, que yo, mientras tanto, le espero con la ansia de un amigo y con el respeto de un discípulo, pues sería capaz de marchar hasta el Paraguay solo por libertar al mejor de los hombres y al más célebre de los viajeros". Impertérrito Francia, ignoró al "libertador" y como respuesta le regaló el silencio y la indiferencia completa.    

De las tantas epístolas enviadas entre gobernadores y generales americanos para encontrar adeptos a la aviesa intención de Bolívar con respecto al Paraguay, rescatamos y transcribimos el fragmento de una carta escrita el 11 de octubre de 1825 en Potosí por el general venezolano Antonio José de Sucre y Alcalá (1795-1830) al vicepresidente colombiano Francisco José de Paula Santander (1792-1840) donde expresa fehacientemente: "A. S. E. el general Santander. El Libertador parece que está en el proyecto de mandar una expedición de cuerpos del Alto y Bajo Perú a tomar el Paraguay, que sabe Vd. que gime bajo el tirano Francia, que tiene aquella provincia no sólo oprimida del modo más cruel, sino que la ha separado de todo trato humano, pues que allí nadie entra sino el que gusta Francia, y acaso encarcela luego al mismo a quien ha permitido entrar. Dice el Libertador que hará ejecutar esta expedición si el gobierno argentino se la pide; mas no sé si la ha definitivamente resuelto. En el próximo correo del 27 podré acaso dar a Vd. mejores y más detallados informes".    

… Es que todavía relucía en la memoria aquella aventura porteña de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano (1770-1820) que fue para aplacar al Paraguay, pero concluyó con una catastrófica derrota en suelo paraguayo.    

El presente refleja una clara similitud con el pasado    

Así como en el pasado, hoy aparece Chávez pretendiendo dirigir al Paraguay a control remoto, presiona y subsidia a las autoridades constituidas para que Venezuela sea incluida en el Mercosur gracias a su títere, el enclenque e híbrido gobierno paraguayo, que en sus delirios y pronunciados despistes, sigue sin interpretar la esencia republicana de un Paraguay ancestral, prestándose a las maquinaciones externas y antidemocráticas que no tienen otra intención que la de inmiscuirse, cercenar y desvirtuar las profundas raíces guaraníticas.    

De ese modo, se observa que la mentalidad entre ambas "escuelas militares" resulta diametralmente distinta. Los ejércitos de los dos países son disímiles y opuestos de cabo a rabo, sus dogmas son incompatibles, sencillamente porque el "ejército bolivariano" se contrapone a las "fuerzas armadas lopezistas" de una atávica mentalidad "francialista" que tuvo su génesis en los movimientos comuneros, sobre todo en las gestas populares del mediador panameño "Caballero de Alcántara" José de Antequera Enriquez y Castro (1690-1731), el filántropo paraguayo Fernando de Mómpox y Zayas (¿?) y el procurador paraguayo (alguacil mayor) Juan de Mena Ortiz de Velazco (¿?), quienes enfervorizaron los reclamos y derechos de la población, perturbada por la inmisericorde explotación de extranjeros y perjuros como los propios "gobernadores de la corona" y prosélitos, quienes sin tapujos los acusaron de "rebelión, sedición y tumulto de la provincia del Paraguay".    

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (1928- ), escritor, periodista y premio Nobel colombiano, considerado una de las figuras más representativas de la narrativa del siglo XX.
Gabriel García Márquez
El renombrado escritor colombiano Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982. En sus novelas y relatos breves se entremezclan realismo y elementos de naturaleza fantástica. Entre sus obras más conocidas destacan Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975) y El amor en los tiempos del cólera (1985).



VIDA

Nacido en Aracataca (departamento de Magdalena), muy pronto su familia abandonó esta población atlántica para trasladarse a Bogotá. Allí se formó inicialmente en el terreno del periodismo, aunque también estudió derecho. A mediados de la década de 1940 comenzó a publicar en varios periódicos sus primeros artículos, cuentos y crónicas de cine; en 1946 trabajó como redactor de El Universal, periódico de Cartagena de Indias; entre 1948 y 1952, en El Heraldo de Barranquilla, y a partir de 1952, en El Espectador de Bogotá. Entre 1959 y 1961 fue representante de la agencia cubana de noticias La Prensa en Bogotá, La Habana y Nueva York. Debido a sus ideas políticas, se enfrentó con el dictador Laureano Gómez y con su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla, y hubo de pasar las décadas de 1960 y 1970 en un exilio voluntario en México y España.
El compromiso político de García Márquez está integrado en su obra y se originó en el marco histórico de la Colombia del Bogotazo y todo el periodo de violencia que le siguió. Como otros escritores del boom de la Literatura latinoamericana, defendió la Revolución Cubana, pero, a diferencia de muchos de ellos, continúa apoyando a Fidel Castro y mantiene polémicas en la prensa y en encuentros con otros escritores sobre la actual situación de ese país, especialmente en lo que respecta a los derechos humanos.
En 1986, ya premio Nobel, y precisamente por la repercusión internacional que tiene cualquiera de sus actividades, promovió la fundación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba) junto con el cineasta argentino Fernando Birri, participando en varios guiones cinematográficos, tanto de obras propias como en colaboración con otros escritores. Esta escuela, que impulsa la formación de realizadores del llamado Tercer Mundo, forma parte de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que también impulsó y de la cual es presidente.

Obras:

Sus primeras novelas reflejan el ambiente de violencia e intolerancia que Colombia vivía en el momento en que las escribió: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y Los funerales de la Mamá Grande (1962). En estas obras ya se percibe una evolución estilística que va desde la prosa barroca y elaborada de La hojarasca y de algunos de los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande, hasta el laconismo y la frase desnuda —al estilo de Graham Greene o de Hemingway— de otros relatos del mismo libro y de El coronel no tiene quien le escriba, una dramática historia en la que ya aparecen algunos de los personajes que intervendrán en su obra más conocida: Cien años de soledad.
Cien años de soledad (1967), escrita durante su exilio en México, narra en tono épico la historia de Macondo, pueblo que acaba sepultado y destruido por las guerras y el progreso, y la de sus fundadores, la familia Buendía, a lo largo de cien años. El nombre de Macondo era el de una hacienda próxima a Aracataca, que García Márquez convirtió en uno de los referentes geográficos literarios más inolvidables, como el escritor estadounidense Faulkner había hecho con su condado de Yoknapatawpha (Mississippi).
Esta novela, que escribió en dieciocho meses, muestra ya el estilo consolidado del autor, en el que están presentes sus mundos y obsesiones, y que, con pequeños matices, constituye el núcleo principal de toda su obra. Al parecer, el mundo mágico de García Márquez proviene de las leyendas y relatos fantásticos que leyó en su infancia y que le permitieron desarrollar una imaginación desbordada cargada de imágenes obsesivas. Por otro lado, su formación literaria le llevó a escribir historias lineales (con principio y final secuencial) sobre situaciones comprensibles y reales, y personajes identificables, situando como fondo la historia de Colombia y la denuncia de la injusticia social, es decir, el mundo real. De la combinación de estos dos mundos surge el realismo mágico, término que aunque no agrade a muchos autores y críticos, sirve perfectamente para explicar este género literario.
Otras obras narrativas son: El otoño del patriarca (1975), en torno al poder y la corrupción política; Crónica de una muerte anunciada (1981), historia de un asesinato cometido en una pequeña ciudad latinoamericana; El amor en los tiempos del cólera (1985), historia de amor que sigue las pautas clásicas del género pero con un trasfondo de sabia pasión, y El general en su laberinto (1989), narración ficticia de los últimos días de vida de Simón Bolívar, enfermo y despojado de su poder. García Márquez también es autor de los libros de cuentos La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972) y Doce cuentos peregrinos (1992).
Ha recibido numerosos premios, como el Rómulo Gallegos en 1973 y el Nobel de Literatura en 1982. Después de obtener este galardón fue formalmente invitado por el gobierno colombiano a regresar a su país, donde ejerció de intermediario entre aquel y la guerrilla. García Márquez ha despertado admiración en numerosos países por la personalísima mezcla de realidad y fantasía de sus textos periodísticos, como en Noticia de un secuestro (1996), un reportaje novelado sobre el narcoterrorismo colombiano. En 1998 publicó La bendita manía de contar y su autobiografía Gabriel García Márquez, y decidió comprar la mitad de las acciones de la revista colombiana Cambio para poder hacer realidad sus ideas sobre el periodismo. En 2002 vio la luz la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, cuyas páginas repasan sus años de infancia y juventud, desde los recuerdos de su Aracataca natal hasta 1955. En 2004 retomó el género novelístico con la publicación de Memoria de mis putas tristes, una novela que narra la relación amorosa entre un anciano de 90 años y una adolescente.
Durante 2007, García Márquez fue objeto de diversos homenajes al confluir en este año distintos e importantes aniversarios, como son la celebración del 80 cumpleaños del autor, los 60 años de la publicación de su primer cuento (La tercera resignación), los 25 años de su Premio Nobel y los 40 de la publicación de Cien años de soledad. Durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Cartagena de Indias en marzo de ese año, se presentó una edición popular de esta novela, su obra más universal, editada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Con un texto revisado y fijado meticulosamente por el propio autor, esta edición cuenta, además, con diversos estudios críticos a cargo de escritores como Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Claudio Guillén y Sergio Ramírez, entre otros.


FRAGMENTO DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD.


Descripción: Cien años de soledad fue la obra que consagró a García Márquez como uno de los mejores escritores del siglo. Mezcla de realismo, leyenda y sueño, con ella culminó la historia de la aldea de Macondo y de sus fundadores, la familia Buendía. En este fragmento García Márquez presenta a sus dos protagonistas, Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, unidos por más de trescientos años de historia y por “un común remordimiento de conciencia”.

FRAGMENTO DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD.

De Gabriel García Márquez
Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo xvi, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido. Las quemaduras la dejaron convertida en una esposa inútil para toda la vida. No podía sentarse sino de medio lado, acomodada en cojines; y algo extraño debió quedarle en el modo de andar, porque nunca volvió a caminar en público. Renunció a toda clase de hábitos sociales obsesionada por la idea de que su cuerpo despedía un olor a chamusquina. El alba la sorprendía en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba que los ingleses con sus feroces perros de asalto se metían por la ventana del dormitorio y la sometían a vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo. Su marido, un comerciante aragonés con quien tenía dos hijos, se gastó media tienda en medicinas y entretenimientos buscando la manera de aliviar sus terrores. Por último liquidó el negocio y llevó la familia a vivir lejos del mar, en una ranchería de indios pacíficos situada en las estribaciones de la sierra, donde le construyó a su mujer un dormitorio sin ventanas para que no tuvieran por donde entrar los piratas de sus pesadillas.


En la escondida ranchería vivía de mucho tiempo atrás un criollo cultivador de tabaco, don José Arcadio Buendía, con quien el bisabuelo de Úrsula estableció una sociedad tan productiva que en pocos años hicieron una fortuna. Varios siglos más tarde, el tataranieto del criollo se casó con la tataranieta del aragonés. Por eso, cada vez que Úrsula se salía de casillas con las locuras de su marido, saltaba por encima de trescientos años de casualidades, y maldecía la hora en que Francis Drake asaltó a Riohacha. Era un simple recurso de desahogo, porque en verdad estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más sólido que el amor: un común remordimiento de conciencia. Eran primos entre sí. Habían crecido juntos en la antigua ranchería que los antepasados de ambos transformaron con su trabajo y sus buenas costumbres en uno de los mejores pueblos de la provincia. Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse sus propios parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de engendrar iguanas. Ya existía un precedente tremendo. Una tía de Úrsula, casada con un tío de José Arcadio Buendía, tuvo un hijo que pasó toda la vida con unos pantalones englobados y flojos, y que murió desangrado después de haber vivido cuarenta y dos años en el más puro estado de virginidad, porque nació y creció con una cola cartilaginosa en forma de tirabuzón y con una escobilla de pelos en la punta. Una cola de cerdo que no se dejó ver nunca de ninguna mujer, y que le costó la vida cuando un carnicero amigo le hizo el favor de cortársela con una hachuela de destazar. José Arcadio Buendía, con la ligereza de sus diecinueve años, resolvió el problema con una sola frase: “No me importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar.” Así que se casaron con una fiesta de banda y cohetes que duró tres días. Hubieran sido felices desde entonces si la madre de Úrsula no la hubiera aterrorizado con toda clase de pronósticos siniestros sobre su descendencia, hasta el extremo de conseguir que rehusara consumar el matrimonio. Temiendo que el corpulento y voluntarioso marido la violara dormida, Úrsula se ponía antes de acostarse un pantalón rudimentario que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado con un sistema de correas entrecruzadas, que se cerraba por delante con una gruesa hebilla de hierro. Así estuvieron varios meses. Durante el día, él pastoreaba sus gallos de pelea y ella bordaba en bastidor con su madre. Durante la noche, forcejeaban varias horas con una ansiosa violencia que ya parecía un sustituto del acto de amor, hasta que la intuición popular olfateó que algo irregular estaba ocurriendo, y soltó el rumor de que Úrsula seguía virgen un año después de casada, porque su marido era impotente. José Arcadio Buendía fue el último que conoció el rumor
Fuente: García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1971.