martes, 4 de diciembre de 2012

MARCHA BÍPEDA, EL PARTO Y LA EVOLUCIÓN DEL CEREBRO


MARCHA BÍPEDA, EL PARTO Y LA EVOLUCIÓN DEL CEREBRO

Confieso que hice mi tesis doctoral sobre la pelvis en la evolución humana, especialmente en relación con la locomoción y con el parto, porque se trata de una cuestión apasionante, puesto que de todas nuestras características como especie nuestro tipo de parto es uno de los más originales o distintivos. Tenemos un tipo de parto muy extraño y complejo, con una dinámica muy rara: porque parimos con dolor, como dice la Biblia. Una explicación es que se trate de una condena divina, pero los científicos buscamos otras explicaciones y éstas están en nuestra historia evolutiva. Buscamos una razón en los antecedentes fósiles de nuestra especie. Y cuando se analiza con esta perspectiva histórica los cambios que han tenido lugar en nuestra anatomía y que han producido este parto tan complicado, y tan apasionante por otro lado en su estudio, pues realmente se disfruta mucho.
La razón de que el parto sea doloroso es, por supuesto, la evolución y la postura bípeda: ésta es la responsable de que el parto sea tan complejo. En la evolución del parto hay dos etapas: uno que tiene que ver con la adquisición de la postura bípeda y otro que es mucho más reciente y que tiene que ver con el grado de dificultad del parto, el que el parto sea tan ajustado. Realmente podemos establecer tres etapas en la evolución del parto: una primera de parto muy fácil, a comienzo de la evolución de los homínidos; una segunda etapa de parto biomecánicamente complejo pero no particularmente difícil, no muy ajustado; y una tercera etapa que es la nuestra de parto laborioso, con una dinámica compleja y al mismo tiempo un parto estrecho, difícil, en el que los diámetros del feto a término están muy cercanos a los diámetros del canal del parto.
Los austrolopitecus son nuestros antepasados bípedos. Su aspecto, más allá de la postura bípeda, es el de un primate, no muy diferente de un chimpancé (de hecho se les ha calificado con frecuencia de forma impropia pero muy gráfica como «chimpancés bípedos», porque se parecen mucho, en estatura incluso, a lo que sería un chimpancé puesto de pie, aunque obviamente no eran chimpancés ni el hombre desciende del chimpancé: es una manera de expresar lo que hemos sido desde el punto de vista ecológico). Estos homínidos bípedos tienen más de tres millones de años (entre tres y cuatro). Hay postura bípeda con seguridad hace algo más de cuatro millones de años y podemos ver que su aspecto (sobre todo en la estructura de su cráneo, en el desarrollo de su cerebro, etc.) no es muy diferente de los chimpancés vivientes. Los chimpancés actuales los podemos considerar como unos equivalentes ecológicos de los primeros homínidos, que eran forestales. Ha cambiado muchísimo nuestra visión del hábitat de los astrolopitecus. Tradicionalmente se les representaba en ambientes más abiertos, en las sabanas o praderas. Ahora nos los imaginamos como unos vegetarianos que vivían en un medio forestal, en una selva húmeda. En esa época los homínidos conservaban la capacidad de subirse a los árboles -ahí estaba la mayor parte de su alimento: los frutos-, cosa que, por cierto, el hombre no ha perdido: seguimos teniendo de cintura para arriba la estructura de un arborícola. Aquellos homínidos adoptaron como solución para desplazarse de unos frutales a otros la postura bípeda, pero la mayor parte del tiempo lo pasaban en las copas de los árboles.
¿Cómo afecta eso al parto? Podemos comparar en diferentes especies de primates los diámetros del canal del parto –es un conducto de paredes óseas que tiene que atravesar el feto a término para nacer–. Se observa que el parto es muy ajustado en contra de lo que se suele pensar en la mayor parte de los primates: en un papión, en un macaco, por citar unos ejemplos, el parto es difícil, en el sentido de que los diámetros de la cabeza del feto a término y los diámetros del canal del parto son siempre bastante parecidos. Los macacos tienen serias dificultades y unos porcentajes de mortalidad muy elevados en el momento del parto. Son casos de partos traumáticos que, como se ve, no es una especialidad humana. Curiosamente, en los primates que están más cercanos a nosotros, como son el «orangután pongo», el «chimpancé pan» y el «gorila» el parto es sumamente sencillo y, sin duda, se daba también en nuestros antepasados todavía no bípedos. Nosotros en esto nos parecemos al macaco y a otros primates que están muy alejados del hombre y, sin embargo, los parientes más cercanos y los primeros homínidos tienen un parto muy holgado. En el parto en una hembra chimpancé y en una mujer las diferencias fundamentales se refieren a varios aspectos. En los chimpancés la trayectoria durante el parto es lineal, el feto a término describe en su «viaje» una trayectoria absolutamente recta y el parto es dorsal. En los humanos, el parto es ventral, eso quiere decir que se forma un ángulo recto entre la cavidad abdominal y la vagina y, por lo tanto, la trayectoria en el parto y el canal del parto está acodada, como resultado de la postura bípeda. Al ser bípedos los homínidos modificaron la orientación de la vagina y su abertura pasó de ser dorsal –como en el resto de los mamíferos– a hacerse ventral. Esto supone una primera dificultad inicial, que tiene que ver con la forma acodada de nuestro canal del parto; otra dificultad tiene que ver con la propia longitud del canal del parto, que es muy corto en los cuadrúpedos y es muy largo en nuestra especie. Podemos examinar, por otro lado, la forma de las paredes que es, por decirlo así, un tubo largo retorcido, y a eso se tiene que enfrentar el feto a término en el «viaje». Todos los obstáculos que tiene que sortear la cabeza del feto a término tienen que sortearlos después los hombros, que están situados en ángulo recto, con lo cual se tiene que rotar noventa grados el cuerpo para que por donde ha pasado la cabeza pasen luego los hombros.
La postura bípeda se alcanza hace algo más de cuatro millones de años en la evolución humana, pero tenemos muchos datos acerca de cómo es la pelvis hace algo más de tres millones de años, de forma que podemos enfrentarnos a la historia del parto en la evolución humana, a partir de un esqueleto muy famoso de un austrolopitecus femenino, que tiene un mote, Lucy, y con el que se ha estado trabajando durante muchos años para entender esta problemática obstétrica en la evolución humana en los primeros homínidos. En relación con la postura bípeda se produce un cambio importante en la morfología de la pelvis, y esto se ve comparando la pelvis de un chimpancé –una pelvis muy grande– con la de Lucy –una pelvis bastante más pequeña–. La postura bípeda ha traído, pues, una serie de consecuencias que se van a reflejar en el canal del parto. Podemos suponer que el feto a término de un austrolopitecus era en todos los aspectos relevantes de la morfología como el de un chimpancé, pues todavía no se ha producido la expansión del cerebro: Lucy no tenía un cerebro más grande que el de un chimpancé hembra adulto. Esto nos permite simular un parto con la pelvis de Lucy utilizando un feto a término de chimpancé; tenemos, pues, la oportunidad de suponer cómo era un parto de un homínido de hace tres millones de años. En mi opinión, no obstante, en los primeros homínidos nos encontramos ante un parto de características modernas, porque se puede determinar si el parto es dorsal o es ventral. ¿Cómo? Pues estableciendo la posición de la vulva, dónde está la salida de la vagina. ¿Cómo se puede saber esto? Pues estudiando la forma del hueso púbico. Si existe un triángulo subpúbico en una especie fósil –los chimpancés no lo tienen– eso quiere decir, en mi opinión, que la vagina se abre ventralmente, que por lo tanto el parto es ventral, de características modernas, en cuanto a su dinámica. Con una salvedad, y para eso me iré a Atapuerca. En un yacimiento de Atapuerca, que se conoce como la Sima de los Huesos, hemos encontrado pelvis masculinas y femeninas. Tenemos una pelvis masculina, que está más completa y que se ha hecho famosa, y a la que le llamamos Elvis y que es de hecho la pelvis más completa del registro fósil de la evolución humana. Existen tres pelvis en el registro: una la de Lucy, que es media pelvis y está deformada; otra es la pelvis de un yacimiento israelí, que tiene 60.000 años y que estudiamos en relación con Elvis, y la tercera pelvis y la más completa de todas es ésta de Elvis. Mi sueño es encontrar una pelvis femenina en Atapuerca, para la que ya tenemos un nombre, más castizo: Lola. Hemos encontrado muchos fragmentos de Lola, pero no una pelvis completa, pues es un hueso muy frágil. Pero tenemos suficiente material como para reconstruir una pelvis femenina.
¿Qué nos dice Elvis? Sabemos muchas cosas, tiene unos 350.000-400.000 años según las últimas dataciones de estos fósiles de la Sima de los Huesos. Elvis mide entre 1,75 y 1,80 de altura, lo que le hace ser un individuo normal. El cilindro corporal de esos homínidos de hace 400.000 años de Atapuerca era mucho más ancho que el nuestro, de morfología moderna pero mucho más ancho. Con esas medidas hemos podido simular informáticamente un parto en la hipotética pelvis de Lola. Nosotros imaginamos el parto en la Sima de los Huesos con características modernas. El feto a término va a nacer por debajo del pubis y tiene la orientación que le corresponde a un feto a término moderno. Por eso pensamos que los partos en estas poblaciones de hace 400.000 años era de características modernas en cuanto a rotación y a trayectoria. ¿En qué es, pues, distinto? Sólo en una cosa: es distinto en cuanto a su dificultad. Con la aparición de nuestra especie, el homo sapiens, se ha producido el último de los cambios importantes de la cadera, que es el estrechamiento del cilindro corporal, que hace que sea un parto muy ajustado. De tal modo, que cuando aparece la especie de homo sapiens, hace entre cien y doscientos mil años, se produce una dificultad añadida al parto, que es el grado de ajuste entre los diámetros pélvicos y los diámetros cefálicos del feto a término, y eso es lo que da lugar a esa maldición bíblica de que el parto sea tan doloroso.
La evolución del cerebro y de la mente
El origen de la mente humana, de la mente consciente y racional, constituye un problema para el que seguimos sin tener una explicación definitiva y consensuada. La cuestión de cuándo apareció nuestra mente es casi la última que nos queda por resolver. El origen del debate en torno a ella se remonta al libro fundacional de la biología moderna que es El origen de las especies (1859) de Darwin. En él Darwin no planteó tema del origen del hombre, aunque ya hablaba de la existencia de pasos graduales en el desarrollo evolutivo humano.
La teoría de la selección natural como mecanismo que ha producido nuestras características como hombres, que constituye la gran aportación de Darwin, también fue suscrita por Russell Wallace. Pero éste rechazó que la selección natural hubiese intervenido en la producción de la mente humana. A partir de entonces siguió el debate dentro del campo del evolucionismo y se siguen manteniendo ambas posturas, la darwiniana y la wallaciana. Dejando al margen cualquier intento de explicación sobrenatural para explicar el origen de la mente humana, que sería impensable en el terreno de la ciencia, y digamos que dentro del evolucionismo nadie discute que las capacidades cognitivas y racionales del hombre tienen un origen natural y evolutivo.


Hay científicos que consideran que la aparición de la mente humana tiene un origen natural pero diferente del resto de características que sí se deben a la selección natural. La teoría wallaciana defiende que nuestra mente no ha aparecido en la evolución de una forma gradual, sino de manera súbita e imprevista en cierto modo. Este mecanismo, que sólo se ha producido en nuestra especie, es precisamente lo que nos singulariza. La escuela darwinista, en cambio, sostiene que la mente humana es un escalón más en la evolución. Ello permite dividir a los homínidos en dos categorías: los homínidos racionales o conscientes, los humanos, y los homínidos que no son humanos, que no tienen vivencias conscientes, los animales de nuestro grupo, una especie de superchimpancés.
Yo me sitúo en el lado de Darwin y sostengo que nuestras facultades mentales se han desarrollado a través de diversas especies. No somos la única especia humana que ha habido.
Estudiar las especies fósiles es el único método que tenemos para ver si han tenido una mente consciente o no. Un factor a tener en cuenta es, por ejemplo, el tamaño del cerebro. A mayor tamaño, mayor complejidad mental. Se han encontrado en Francia unos frisos de leones dibujados de hace 35.000 años, que constituyen una explosión de creatividad. Las características morfológicas de la especie humana moderna existen desde hace 100.000 años; sin embargo, esa explosión de creatividad se dio hace 35.000. Algunos autores piensan que se ha producido algo como una nueva mutación neuronal que afectó a los tejidos blandos del cerebro.
Nos encontramos también con que hace 35.000 años aparecen por primera vez objetos de carácter utilitario, herramientas, que además son portadoras de mensajes, de signos y símbolos que pertenecen a un grupo. Los primeros objetos simbólicos creados por una mente humana se sitúan, pues, en torno a hace 35.000 años. Y aparecen de forma explosiva, pues antes no hay nada semejante. Esto avalaría la teoría wallaciana de que algo extraordinario ocurrió en el desarrollo de las especies. Sin embargo, el resto de las variables dan razón a Darwin, en cuanto a un desarrollo gradual.
Tenemos el caso de Lucy, un homínido muy parecido a un chimpancé bípedo. Se conservan moldes craneales que reflejan la forma del encéfalo y vemos que no son distintos a los de los chimpancés vivientes. En cuanto a su grado de encefalización, esos antepasados nuestros, pues, están en ese grado evolutivo de los chimpancés vivientes. En algunas cuevas del sur de África se encontraron restos de homínidos asociados a herbívoros (gacelas), y se dedujo que los homínidos habían sido los que habían llevado allí a los herbívoros, con lo que eran capaces de organizarse, abatir presas, transportarlas y compartir el alimento. Y también se han encontrado restos de homínidos acumulados, quizá llevados allí por depredadores, leopardos y otras especies.
Vemos también la utilización de instrumentos de piedra con que se ayudaban para reducir el filo de un objeto. Con ello esos homínidos pudieron acceder a nuevos tipos de alimento, algo imprescindible para la expansión del cerebro. Es la primera vez que aparece la tecnología en la historia humana y a partir de ahí tenemos un desarrollo tecnológico que es propiamente gradual. Así que mientras que en el terreno de los símbolos, asistimos a una explosión, el desarrollo tecnológico se va perfeccionando gradualmente. Aquí podríamos decir que Darwin gana y Wallace pierde.
Esos homínidos eran capaces de fabricar instrumentos de piedra muy perfectos. En el sentido morfológico sí asistimos, pues, a un proceso gradual. Desde el punto de vista de la apariencia física, tenemos otro argumento a favor de Darwin.
Y ahora damos un gran salto evolutivo y nos situamos en Atapuerca. Los homínidos encontrados aquí muestran que eran capaces de entender el funcionamiento de los ecosistemas europeos y sus ciclos estacionales, de sobrevivir en lugares en los que ningún otro primate ha podido hacerlo. Existe una complejidad mental que les permite entender cómo funcionan esos ciclos naturales y de ahí pudieron sobrevivir en el continente europeo. El mero hecho de haber podido escapar de África muestra que tenían una mayor capacidad para comprender los fenómenos naturales que los chimpancés, que no han salido de su ambiente tropical. Esto también aboga a favor de Darwin.
También en Atapuerca hemos encontrado al grupo humano, un comportamiento social de tipo moderno. Hay argumentos sólidos a favor de que la biología social de esta especie es una biología social humana. En el resto de especies cercanas a las nuestras no hay grupos sociales como los nuestros, como los gibones, orangutanes, gorilas, por ejemplo. Podemos, pues, constatar la existencia de una biología social hace 400.000 años.
Resumiendo: hemos visto las dos líneas evolutivas en que se produce el aumento del encéfalo. Una de ellas es la de los neanderthales, que desarrollan un gran cerebro, y la otra línea es la nuestra. Los neanderthales que vivieron en nuestro territorio hasta no hace mucho, pueden ser considerados como una especie moderna. Hace menos de 30.000 años los neanderthales tenían una mente instintiva, animal. Hacían fuego, enterraban a sus muertos. Sería la culminación de hasta donde pueden llegar los genes. Sus acciones serían automáticas (también nosotros tenemos automatismos, como conducir, respirar, etc.). Pero cabe preguntarse: los neandertales ¿eran no humanos o humanos distintos?

Fuente: Boletín Informativo nº 322. Fundación Juan March

HISTORIA DEL PENSAMIENTO ANTROPOLÓGICO. DE EDWARD EVANS-PRITCHARD.


FRAGMENTO DE HISTORIA DEL PENSAMIENTO ANTROPOLÓGICO.

DE EDWARD EVANS-PRITCHARD.

Su obra más conocida es Argonauts of the Western Pacific, publicada en 1922. Empieza por un análisis general del método y el alcance de su trabajo de campo y después expone los antecedentes etnológicos que lo respaldan: una descripción general del país y de los habitantes del distrito kula y su modo de vida; después una descripción similar de los nativos de las Islas Trobiand. Después de haber descrito con muchos pormenores los intercambios kula y un gran volumen de información periférica, finalmente Malinowski hace el intento de explicarnos el significado del kula. El intento es un fracaso, porque no nos ofrece interpretación sociológica de ningún tipo. ¿Por qué? Malinowski no tenía ni idea de lo que era un análisis abstracto y, por tanto, de la estructura. En la medida en que tenía alguna idea de «sistema social» era puramente en un nivel descriptivo. Un suceso sigue a otro y son descritos sucesivamente con digresiones explicativas. Para hacer kula se han de tener canoas, así que se describe la construcción y el uso que se hace de éstas; implica visitar a pueblos forasteros, así que se describen sus costumbres, artesanías y demás; para propósitos diversos relacionados con el kula se utilizan hechizos mágicos, así que se ha de entrar detalladamente en cada uno de los aspectos de la magia; hay historias de expediciones kula en el pasado, así que tiene que haber una digresión sobre el mito; y así sucesivamente. Al no tener ni idea de la estructura, no hay una pauta que sea pertinente sociológicamente. La pauta no consiste más que en los vínculos entre los acontecimientos reales y el supuesto análisis no es más que un comentario. El libro está mucho más orientado a la magia que al kula. Todo lo que nos dice pudiera haber ocupado 50 páginas en vez de las 500 que ocupa. En cierto sentido, es un ejemplar de libro que responde al modelo de novela sociológica escrita, por ejemplo, por Zola. El intento fallido de eludir un mero registro de las observaciones y de llevar a cabo un análisis mediante una serie de abstracciones significa no sólo que no se nos transmite nada sobre las interrelaciones políticas de las comunidades implicadas en el kula y nada sobre el sistema de parentesco, sino incluso que se omiten los hechos esenciales respecto al kula. Malinowski no nos dice quién comerciaba con quién; no nos dice nada de las interrelaciones de las personas que componen las aldeas que toman parte en el kula; y así sucesivamente.


Las interdependencias que sí cita no son las de las abstracciones dentro de un marco de referencia teórico como el que encontramos en cualquier ciencia natural (Malinowski defendía que la antropología social era una de ellas), si no entre las diferentes formas de comportamiento, acontecimientos. Los habitantes de las Islas Trobiand hacen magia para proteger sus jardines y canoas o para que los primeros florezcan y las segundas naveguen. Es una interdependencia de actividades económicas y rituales en el sentido de conexión temporal y espacial, de yuxtaposición. Pero si fuera una interdependencia funcional, por ejemplo, ¿cultivarían de otra manera o menos sin la magia? Con este método de investigación no podemos saberlo. Sólo podemos saberlo utilizando la situación experimental que nos proporciona la historia o utilizando el método comparativo. Ciertamente, para la utilización del método comparativo se requiere la idea de «sistema» o «estructura». Uno no compara una ballena y un ratón como cosas reales y concretas. Uno compara sus sistemas anatómicos y fisiológicos. Del mismo modo, uno no puede comparar instituciones reales en diferentes sociedades —únicamente características o aspectos o cualidades de ellas—, es decir, abstracciones. Por ejemplo, yo he comparado la magia zande con la magia trobiand, pero sólo en relación con la naturaleza del encantamiento en conexión con las leyes de la herencia. La debilidad del planteamiento de Malinowski se hace patente cuando trata de decir algo general sobre las sociedades humanas y no sobre una sociedad en particular.


En un libro posterior, Crime and Custom in Savage Society (1926), Malinowski dice: «Lo único que nos queda es abogar por la rápida y completa desaparición en los informes de trabajo de campo de estas briznas de información sobre costumbres, creencias y normas de conducta que flotan en el aire o que más bien llevan una existencia insulsa en el papel, con la tercera dimensión, la de la vida, totalmente ausente. Si así fuera, los razonamientos teóricos de la antropología podrían desprenderse de las interminables letanías de informes ensartados que hacen a los antropólogos sentirse estúpidos y a los salvajes parecer ridículos» (pág. 126).


Fundamentado en este tipo de información, se ha erigido un enorme edificio de teoría antropológica. Como la información carecía en gran parte de sentido, las construcciones basadas en ella también. Malinowski pensó que su labor tenía que consistir en sacar a la antropología de este callejón sin salida. Este libro trata del salvaje místico de Lévy-Bruhl, de las ideas de Rivers y de la escuela francesa sobre la solidaridad clánica, y de las reconstrucciones hipotéticas de Rivers y otros. La ley primitiva ha merecido la atención de Bachofen, Post, Kohler y otros en el siglo pasado, pero todos ellos se atenían a enunciados inadecuados; en un tema complejo como la ley, las observaciones de aficionado eran en conjunto inútiles. Estaban también ligadas a la doctrina de Morgan y otros: promiscuidad primitiva, matrimonio grupal, comunismo primitivo, etc. «En suma», escribe Malinowski, «subyacente a todas estas ideas estaba el supuesto de que en las sociedades primitivas el individuo está completamente dominado por el grupo —la horda, el clan o la tribu—, que obedece los mandatos de su comunidad, sus tradiciones, su opinión pública, sus decretos, con obediencia servil, fascinada y pasiva» (pág. 3). A Malinowski le resulta fácil mostrar que todo esto es absurdo y le debemos mucho por haber actuado como disolvente crítico de la teoría aceptada, aun cuando su contribución fuera más negativa que positiva. Pero fue falto de escrúpulos en el uso que hizo de los autores teóricos como hombres de paja y poco constructivo teóricamente: no nos ofrece ninguna verdadera teoría de la ley y ni siquiera una definición elemental de ella o una clasificación de sus tipos.


Los planteamientos más maduros de Malinowski están contenidos en su libro póstumo, pero casi totalmente revisado, A Scientific Theory of Culture and Other Essays (1944). Es un buen ejemplo del marasmo de verborrea y trivialidad a que puede llevar el intento de aparentar ser un científico natural. Malinowski fue en todo caso un pensador fútil.


Lo que Malinowski denomina teoría no es en absoluto una teoría, sino una guía para la recolección y la ordenación de datos, un vade mecum para el investigador de campo, un prolijo Notas y dudas. No supera nunca el nivel descriptivo y operativo del análisis; y es en su mayor parte una elaboración verbosa de lo obvio y la elevación de lugares comunes a conceptos científicos. Parece que el propio Malinowski así lo percibió. Él dice (pág. 175) de su libro, o mejor, de la teoría funcional que contiene, que «está dirigida principalmente a equipar al investigador de campo con una perspectiva clara y con todas las instrucciones necesarias respecto a qué observar y qué registrar». También dice: «Este tipo de análisis funcional se expone fácilmente a la acusación de tautología y trivialidad, así como a la crítica de que implica un círculo lógico, porque, obviamente, si definimos la función como la satisfacción de una necesidad, es fácil sospechar que la necesidad que se ha de satisfacer ha sido introducida con el fin de satisfacer la necesidad de satisfacer una función. Así pues, por ejemplo, los clanes son obviamente un tipo adicional de diferenciación interna. ¿Podemos hablar de la necesidad legítima de semejante diferenciación, especialmente cuando la necesidad no siempre está presente, puesto que no todas las comunidades tienen clanes, y aun así funcionan muy bien sin ellos?» El libro es un ejercicio de pragmatismo y, por tanto, Malinowski yerra cuando analiza algo que no le gusta, la guerra. Él estima que la guerra no satisface una necesidad en la Europa moderna. Entonces, ¿por qué la tenemos?

Fuente: Evans-Pritchard, Edward. Historia del pensamiento antropológico. Recopilación de André Singer. Madrid: Ediciones Cátedra, 1987.

ALIANZA (ANTROPOLOGÍA)


ALIANZA (ANTROPOLOGÍA)

nombre que se da a las organizaciones sociales no basadas en las relaciones de parentesco, que delimitan hacia el exterior y muestran hacia el interior una coalición social de carácter afectivo.
Estas alianzas se basan, por regla general, en valores y normas colectivos y persiguen objetivos o fines determinados. Según la composición de los miembros y las metas a conseguir pueden distinguirse diversos modelos: asociaciones masculinas o femeninas, asociaciones médicas o de determinadas profesiones, pero también, alianzas de culto o secretas, así como alianzas de guerra o étnicas. Las alianzas presentan una fuerte jerarquía y el ingreso de un nuevo miembro va acompañado, con frecuencia, de una ceremonia o rito de iniciación.
Este tipo de organización social aparece por todo el mundo en numerosas sociedades, sobre todo en África occidental (como los yoruba), en Melanesia y Oceanía (la alianza secreta de los duk-duk o ingiet en Nueva Guinea), así como en Estados Unidos (la alianza iroquesa hudenosaunee).

ANTROPOLOGÍA LA EDAD


ANTROPOLOGÍA LA EDAD

Edad, tiempo de vida de una persona a partir de su nacimiento. La edad también representa cada una de las etapas del desarrollo físico y los periodos en que se divide la vida humana, como la infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez.
La consideración de la edad es importante para la antropología y sociología. Es un elemento básico en la organización de las sociedades tradicionales no urbanas, aunque en la sociedad moderna algunos movimientos de juventud agrupan a personas de la misma edad.
En sociedades tradicionales como las de África oriental, las ‘clases de edad’, etapas de la existencia del individuo que tienen una valoración determinada, desempeñan funciones económicas y políticas. Los masai, por ejemplo, presentan 4 clases jerárquicamente organizadas, con derechos y deberes específicos: guerreros, jefes de familia y criadores de ganado, responsables del orden político y del orden religioso. En la sociedad contemporánea también sobreviven las clases de edad. El antropólogo francés André Varagnac diferencia 8 categorías de edad: primera edad (hasta el final de la lactancia), infancia, juventud, matrimonio, maternidad y paternidad, viudez, ancianidad y defunción (ya que considera que los muertos viven un tiempo al lado de los vivos).
En sociología, la edad constituye una importante variable para explicar la acción social. Al igual que el sexo, son variables que ejercen gran influencia en la asignación de roles, sobre todo en aquellas sociedades dominadas por estatus adscritos.
La composición por edad de una población se expresa de forma gráfica a través de las llamadas ‘pirámides de edad’. La estructura de la pirámide se basa en una línea vertical que se sitúa en el centro del gráfico, a partir de la cual se trazan líneas de longitud paralelas a la escala horizontal: dependiendo del sexo, se inclinan hacia la izquierda para los varones y hacia la derecha para las mujeres, y en orden ascendente a medida que la edad aumenta.



SOCIOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA. DE MARCEL MAUSS.


FRAGMENTO DE SOCIOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA.



INTRODUCCIÓN, DE CLAUDE LÉVI-STRAUSS.

    Y es que por primera vez en la historia del pensamiento etnológico se lleva a cabo un esfuerzo por superar las observaciones empíricas y llegar a realidades más profundas. Por primera vez lo social sale de la esfera de la cualidad pura: anécdota, curiosidad, materia de descripción moralizante o de comparación erudita, y se transforma en un sistema, entre cuyas partes pueden descubrirse conexiones, equivalencias y solidaridades. Se comparan, en primer lugar, los resultados de la actividad social, bien sea técnica, económica, ritual, estética o religiosa —como son los instrumentos, productos manufacturados, productos alimenticios, fórmulas mágicas, ornamentos, cantos, danzas y mitos—, comparación que es posible por el carácter común que todos poseen de ser transferibles, de acuerdo con modalidades que pueden ser objeto de análisis y clasificación y que incluso cuando parece que no pueden separarse de determinados tipos de valores, sí pueden reducirse a formas más fundamentales, más generales. No sólo son comparables, sino con frecuencia sustituibles, en la medida en que valores diferentes pueden ser reemplazados unos por otros dentro de la misma operación, y, sobre todo, son las mismas operaciones, por diversas que puedan parecer, a través de los acontecimientos de la vida social: nacimiento, iniciación, matrimonio, contrato, muerte o sucesión, y por arbitrarias que parezcan, debido al nombre y distribución de los individuos que ponen en causa, como son los recipiendarios, intermediarios o donatarios, lo que permite siempre la reducción de operaciones, grupos o personas a un número más pequeño, donde, a fin de cuentas, sólo se encuentran los fundamentos de un equilibrio concebido y realizado de forma diferente, según cual sea el tipo de sociedad objeto de consideración. De este modo los tipos pueden ser definidos por sus caracteres intrínsecos y se pueden comparar entre sí, ya que sus caracteres no se califican cualitativamente, sino por el nombre y ordenación de sus elementos, que a su vez son constantes en todos ellos. Tomemos un ejemplo de un sabio que quizá mejor que ningún otro ha sabido comprender y explotar las posibilidades que este método abre: las interminables series de fiestas y regalos que acompañan el matrimonio en Polinesia, poniendo en relación decenas e incluso cientos de personas, que parecen desafiar la descripción empírica, pueden, sin embargo, canalizarse en treinta o treinta y cinco prestaciones que se llevan a cabo a través de cinco líneas, líneas que están entre sí en una relación constante y que pueden descomponerse en cuatro ciclos de reciprocidad entre las líneas A y B, A y C y A y E; la totalidad compone un determinado tipo de estructura social, en que, por ejemplo, los ciclos entre B y C o entre E y B o D, o incluso entre E y C, están excluidos, siendo así que cualquier otra forma de sociedad los colocaría en lugar predominante. Este método es tan riguroso que si se produjera un error en las ecuaciones así obtenidas es probable que hubiera que imputarlo más a una laguna en el conocimiento de las instituciones indígenas que a un defecto del cálculo. Así, en el ejemplo que acabamos de citar se constata que el ciclo entre A y B comienza con una prestación sin contrapartida, lo cual nos induciría inmediatamente, si no se conociera, a buscar la presencia de una acción unilateral, anterior a las ceremonias matrimoniales, aunque en relación directa con ellas, pues tal es el papel que dentro de esta sociedad en cuestión juega la abducción de la prometida, cuya primera prestación representa, según la terminología indígena, «la compensación». Este hecho se hubiera podido deducir de no haber sido observado.
Podemos fácilmente darnos cuenta que esta técnica operatoria es muy semejante a la que Troubetzkoy y Jakobson describían mientras Mauss escribía su Essai, lo cual iba a permitirles crear la lingüística estructural. El problema radica aquí también en distinguir un dato puramente fenomenológico, del cual no se ocupa el análisis científico, de una infraestructura más simple y a la cual debe su ser. Gracias a las nociones de «variantes facultativas», «variantes combinatorias», «términos de grupo» y a la de aneutralización», el análisis fonológico iba a permitir definir un lenguaje por medio de un pequeño número de relaciones constantes en las cuales la diversidad y complejidad aparente de su sistema fonético no hacen sino ilustrar la posible gama de combinaciones autorizadas.
Del mismo modo que la fonología para la lingüística, el Essai sur le don inaugura una nueva era para las ciencias sociales. La importancia de este doble acontecimiento (que desgraciadamente Mauss dejó en esquema) puede perfectamente compararse con la importancia del descubrimiento del análisis combinatorio para la matemática moderna. El que Mauss no se dedicara al desarrollo de este descubrimiento, incitando inconscientemente con ello a Malinowski (de quien hay que reconocer, sin que ello le perjudique, que fue mejor observador que teórico) a lanzarse solo a la elaboración del sistema correspondiente sobre la base de los hechos y conclusiones análogos a que ambos habían llegado, por caminos independientes, es uno de los grandes males de la etnología contemporánea.
Es difícil hoy llegar a saber en qué sentido hubiera desarrollado Mauss su doctrina, si lo hubiera hecho. El principal interés de una de sus obras tardías, la Notion de Personne, publicado también en este volumen, radica menos en su argumentación, considerada a veces cursiva e incluso negligente, que en la tendencia actualizada hoy de aplicar al orden diacrónico una técnica de permutaciones que el Essai sur le don concebía más en función de los fenómenos sincrónicos. En cualquier caso, probablemente Mauss habría encontrado ciertas dificultades en completar la elaboración del sistema (más adelante veremos por qué), pero nunca, sin embargo, le habría dado la regresiva forma que recibió de Malinowski, para quien la noción de función, concebida por Mauss al estilo del álgebra, es decir, implicando que los valores sociales se pueden conocer unos en función de otros, toma el camino de un simple empirismo cuyo objeto es únicamente el de señalar los servicios prácticos prestados a la sociedad por sus costumbres e instituciones. Cuando Mauss consideraba la relación constante entre los fenómenos, relación donde reside su explicación, Malinowski se pregunta únicamente para qué sirven, con el fin de hallarles una justificación. La posición adoptada ante este problema deshizo los anteriores avances, al dar entrada a una serie de postulados que carecían de valor científico.
El fundamento de que la posición adoptada por Mauss ante el problema es la única acertada ha quedado atestiguado por los más recientes desarrollos de las ciencias sociales que permiten confiar en una matematización progresiva. En determinados campos fundamentales, como es el del parentesco, el de la analogía con el lenguaje, tan repetidamente mantenido por Mauss, ha permitido descubrir las reglas concretas que permiten la creación dentro de cualquier tipo de sociedad de ciclos de reciprocidad cuyas leyes de funcionamiento sean ya conocidas, permitiendo así el empleo del razonamiento deductivo en un campo que parecía sujeto a la arbitrariedad más absoluta.
Por otra parte, al asociarse cada vez más estrechamente con la lingüística, con el fin de crear algún día con ella una amplia ciencia de la comunicación, la antropología social espera beneficiarse de las inmensas perspectivas abiertas a la lingüística, al aplicar el razonamiento matemático al estudio de los fenómenos de la comunicación.
A partir de ese momento sabemos que un gran número de problemas etnológicos y sociológicos, ya sea en el terreno de la morfología, en el del arte o en el de la religión, sólo esperan la buena voluntad de los matemáticos que en colaboración con los etnólogos podrán conseguir un progreso decisivo, si no todavía en el camino de la solución, sí, al menos, en el de una unificación previa, que es condición para su solución.

Fuente: Mauss, Marcel. Sociología y antropología. Colección de Ciencias Sociales. Madrid: Editorial Tecnos, 1991.