MARCHA BÍPEDA, EL PARTO Y LA
EVOLUCIÓN DEL CEREBRO
Confieso que hice mi tesis
doctoral sobre la pelvis en la evolución humana, especialmente en relación con
la locomoción y con el parto, porque se trata de una cuestión apasionante,
puesto que de todas nuestras características como especie nuestro tipo de parto
es uno de los más originales o distintivos. Tenemos un tipo de parto muy
extraño y complejo, con una dinámica muy rara: porque parimos con dolor, como
dice la Biblia. Una explicación es que se trate de una condena divina, pero los
científicos buscamos otras explicaciones y éstas están en nuestra historia
evolutiva. Buscamos una razón en los antecedentes fósiles de nuestra especie. Y
cuando se analiza con esta perspectiva histórica los cambios que han tenido
lugar en nuestra anatomía y que han producido este parto tan complicado, y tan
apasionante por otro lado en su estudio, pues realmente se disfruta mucho.
La razón de que el parto sea
doloroso es, por supuesto, la evolución y la postura bípeda: ésta es la
responsable de que el parto sea tan complejo. En la evolución del parto hay dos
etapas: uno que tiene que ver con la adquisición de la postura bípeda y otro
que es mucho más reciente y que tiene que ver con el grado de dificultad del
parto, el que el parto sea tan ajustado. Realmente podemos establecer tres
etapas en la evolución del parto: una primera de parto muy fácil, a comienzo de
la evolución de los homínidos; una segunda etapa de parto biomecánicamente
complejo pero no particularmente difícil, no muy ajustado; y una tercera etapa
que es la nuestra de parto laborioso, con una dinámica compleja y al mismo
tiempo un parto estrecho, difícil, en el que los diámetros del feto a término
están muy cercanos a los diámetros del canal del parto.
Los austrolopitecus son
nuestros antepasados bípedos. Su aspecto, más allá de la postura bípeda, es el
de un primate, no muy diferente de un chimpancé (de hecho se les ha calificado
con frecuencia de forma impropia pero muy gráfica como «chimpancés bípedos»,
porque se parecen mucho, en estatura incluso, a lo que sería un chimpancé
puesto de pie, aunque obviamente no eran chimpancés ni el hombre desciende del chimpancé:
es una manera de expresar lo que hemos sido desde el punto de vista ecológico).
Estos homínidos bípedos tienen más de tres millones de años (entre tres y
cuatro). Hay postura bípeda con seguridad hace algo más de cuatro millones de
años y podemos ver que su aspecto (sobre todo en la estructura de su cráneo, en
el desarrollo de su cerebro, etc.) no es muy diferente de los chimpancés
vivientes. Los chimpancés actuales los podemos considerar como unos
equivalentes ecológicos de los primeros homínidos, que eran forestales. Ha
cambiado muchísimo nuestra visión del hábitat de los astrolopitecus.
Tradicionalmente se les representaba en ambientes más abiertos, en las sabanas
o praderas. Ahora nos los imaginamos como unos vegetarianos que vivían en un
medio forestal, en una selva húmeda. En esa época los homínidos conservaban la
capacidad de subirse a los árboles -ahí estaba la mayor parte de su alimento:
los frutos-, cosa que, por cierto, el hombre no ha perdido: seguimos teniendo
de cintura para arriba la estructura de un arborícola. Aquellos homínidos
adoptaron como solución para desplazarse de unos frutales a otros la postura
bípeda, pero la mayor parte del tiempo lo pasaban en las copas de los árboles.
¿Cómo afecta eso al parto?
Podemos comparar en diferentes especies de primates los diámetros del canal del
parto –es un conducto de paredes óseas que tiene que atravesar el feto a
término para nacer–. Se observa que el parto es muy ajustado en contra de lo
que se suele pensar en la mayor parte de los primates: en un papión, en un
macaco, por citar unos ejemplos, el parto es difícil, en el sentido de que los
diámetros de la cabeza del feto a término y los diámetros del canal del parto
son siempre bastante parecidos. Los macacos tienen serias dificultades y unos
porcentajes de mortalidad muy elevados en el momento del parto. Son casos de
partos traumáticos que, como se ve, no es una especialidad humana.
Curiosamente, en los primates que están más cercanos a nosotros, como son el
«orangután pongo», el «chimpancé pan» y el «gorila» el parto es sumamente
sencillo y, sin duda, se daba también en nuestros antepasados todavía no
bípedos. Nosotros en esto nos parecemos al macaco y a otros primates que están
muy alejados del hombre y, sin embargo, los parientes más cercanos y los
primeros homínidos tienen un parto muy holgado. En el parto en una hembra
chimpancé y en una mujer las diferencias fundamentales se refieren a varios
aspectos. En los chimpancés la trayectoria durante el parto es lineal, el feto
a término describe en su «viaje» una trayectoria absolutamente recta y el parto
es dorsal. En los humanos, el parto es ventral, eso quiere decir que se forma
un ángulo recto entre la cavidad abdominal y la vagina y, por lo tanto, la
trayectoria en el parto y el canal del parto está acodada, como resultado de la
postura bípeda. Al ser bípedos los homínidos modificaron la orientación de la
vagina y su abertura pasó de ser dorsal –como en el resto de los mamíferos– a
hacerse ventral. Esto supone una primera dificultad inicial, que tiene que ver
con la forma acodada de nuestro canal del parto; otra dificultad tiene que ver
con la propia longitud del canal del parto, que es muy corto en los cuadrúpedos
y es muy largo en nuestra especie. Podemos examinar, por otro lado, la forma de
las paredes que es, por decirlo así, un tubo largo retorcido, y a eso se tiene
que enfrentar el feto a término en el «viaje». Todos los obstáculos que tiene
que sortear la cabeza del feto a término tienen que sortearlos después los
hombros, que están situados en ángulo recto, con lo cual se tiene que rotar
noventa grados el cuerpo para que por donde ha pasado la cabeza pasen luego los
hombros.
La postura bípeda se alcanza
hace algo más de cuatro millones de años en la evolución humana, pero tenemos
muchos datos acerca de cómo es la pelvis hace algo más de tres millones de
años, de forma que podemos enfrentarnos a la historia del parto en la evolución
humana, a partir de un esqueleto muy famoso de un austrolopitecus femenino, que
tiene un mote, Lucy, y con el que se ha estado trabajando durante muchos años
para entender esta problemática obstétrica en la evolución humana en los
primeros homínidos. En relación con la postura bípeda se produce un cambio
importante en la morfología de la pelvis, y esto se ve comparando la pelvis de
un chimpancé –una pelvis muy grande– con la de Lucy –una pelvis bastante más
pequeña–. La postura bípeda ha traído, pues, una serie de consecuencias que se
van a reflejar en el canal del parto. Podemos suponer que el feto a término de
un austrolopitecus era en todos los aspectos relevantes de la morfología como
el de un chimpancé, pues todavía no se ha producido la expansión del cerebro:
Lucy no tenía un cerebro más grande que el de un chimpancé hembra adulto. Esto
nos permite simular un parto con la pelvis de Lucy utilizando un feto a término
de chimpancé; tenemos, pues, la oportunidad de suponer cómo era un parto de un
homínido de hace tres millones de años. En mi opinión, no obstante, en los
primeros homínidos nos encontramos ante un parto de características modernas,
porque se puede determinar si el parto es dorsal o es ventral. ¿Cómo? Pues
estableciendo la posición de la vulva, dónde está la salida de la vagina. ¿Cómo
se puede saber esto? Pues estudiando la forma del hueso púbico. Si existe un
triángulo subpúbico en una especie fósil –los chimpancés no lo tienen– eso
quiere decir, en mi opinión, que la vagina se abre ventralmente, que por lo
tanto el parto es ventral, de características modernas, en cuanto a su
dinámica. Con una salvedad, y para eso me iré a Atapuerca. En un yacimiento de
Atapuerca, que se conoce como la Sima de los Huesos, hemos encontrado pelvis
masculinas y femeninas. Tenemos una pelvis masculina, que está más completa y
que se ha hecho famosa, y a la que le llamamos Elvis y que es de hecho la
pelvis más completa del registro fósil de la evolución humana. Existen tres
pelvis en el registro: una la de Lucy, que es media pelvis y está deformada;
otra es la pelvis de un yacimiento israelí, que tiene 60.000 años y que
estudiamos en relación con Elvis, y la tercera pelvis y la más completa de
todas es ésta de Elvis. Mi sueño es encontrar una pelvis femenina en Atapuerca,
para la que ya tenemos un nombre, más castizo: Lola. Hemos encontrado muchos
fragmentos de Lola, pero no una pelvis completa, pues es un hueso muy frágil.
Pero tenemos suficiente material como para reconstruir una pelvis femenina.
¿Qué nos dice Elvis? Sabemos
muchas cosas, tiene unos 350.000-400.000 años según las últimas dataciones de
estos fósiles de la Sima de los Huesos. Elvis mide entre 1,75 y 1,80 de altura,
lo que le hace ser un individuo normal. El cilindro corporal de esos homínidos
de hace 400.000 años de Atapuerca era mucho más ancho que el nuestro, de
morfología moderna pero mucho más ancho. Con esas medidas hemos podido simular
informáticamente un parto en la hipotética pelvis de Lola. Nosotros imaginamos
el parto en la Sima de los Huesos con características modernas. El feto a
término va a nacer por debajo del pubis y tiene la orientación que le
corresponde a un feto a término moderno. Por eso pensamos que los partos en
estas poblaciones de hace 400.000 años era de características modernas en
cuanto a rotación y a trayectoria. ¿En qué es, pues, distinto? Sólo en una
cosa: es distinto en cuanto a su dificultad. Con la aparición de nuestra
especie, el homo sapiens, se ha producido el último de los cambios importantes
de la cadera, que es el estrechamiento del cilindro corporal, que hace que sea
un parto muy ajustado. De tal modo, que cuando aparece la especie de homo
sapiens, hace entre cien y doscientos mil años, se produce una dificultad
añadida al parto, que es el grado de ajuste entre los diámetros pélvicos y los
diámetros cefálicos del feto a término, y eso es lo que da lugar a esa
maldición bíblica de que el parto sea tan doloroso.
La
evolución del cerebro y de la mente
El origen de la mente
humana, de la mente consciente y racional, constituye un problema para el que
seguimos sin tener una explicación definitiva y consensuada. La cuestión de
cuándo apareció nuestra mente es casi la última que nos queda por resolver. El
origen del debate en torno a ella se remonta al libro fundacional de la
biología moderna que es El origen de las especies (1859) de Darwin. En él
Darwin no planteó tema del origen del hombre, aunque ya hablaba de la
existencia de pasos graduales en el desarrollo evolutivo humano.
La teoría de la selección
natural como mecanismo que ha producido nuestras características como hombres,
que constituye la gran aportación de Darwin, también fue suscrita por Russell
Wallace. Pero éste rechazó que la selección natural hubiese intervenido en la
producción de la mente humana. A partir de entonces siguió el debate dentro del
campo del evolucionismo y se siguen manteniendo ambas posturas, la darwiniana y
la wallaciana. Dejando al margen cualquier intento de explicación sobrenatural
para explicar el origen de la mente humana, que sería impensable en el terreno
de la ciencia, y digamos que dentro del evolucionismo nadie discute que las
capacidades cognitivas y racionales del hombre tienen un origen natural y
evolutivo.
Hay científicos que
consideran que la aparición de la mente humana tiene un origen natural pero
diferente del resto de características que sí se deben a la selección natural.
La teoría wallaciana defiende que nuestra mente no ha aparecido en la evolución
de una forma gradual, sino de manera súbita e imprevista en cierto modo. Este
mecanismo, que sólo se ha producido en nuestra especie, es precisamente lo que
nos singulariza. La escuela darwinista, en cambio, sostiene que la mente humana
es un escalón más en la evolución. Ello permite dividir a los homínidos en dos
categorías: los homínidos racionales o conscientes, los humanos, y los
homínidos que no son humanos, que no tienen vivencias conscientes, los animales
de nuestro grupo, una especie de superchimpancés.
Yo me sitúo en el lado de
Darwin y sostengo que nuestras facultades mentales se han desarrollado a través
de diversas especies. No somos la única especia humana que ha habido.
Estudiar las especies
fósiles es el único método que tenemos para ver si han tenido una mente
consciente o no. Un factor a tener en cuenta es, por ejemplo, el tamaño del
cerebro. A mayor tamaño, mayor complejidad mental. Se han encontrado en Francia
unos frisos de leones dibujados de hace 35.000 años, que constituyen una
explosión de creatividad. Las características morfológicas de la especie humana
moderna existen desde hace 100.000 años; sin embargo, esa explosión de
creatividad se dio hace 35.000. Algunos autores piensan que se ha producido
algo como una nueva mutación neuronal que afectó a los tejidos blandos del cerebro.
Nos encontramos también con
que hace 35.000 años aparecen por primera vez objetos de carácter utilitario,
herramientas, que además son portadoras de mensajes, de signos y símbolos que
pertenecen a un grupo. Los primeros objetos simbólicos creados por una mente
humana se sitúan, pues, en torno a hace 35.000 años. Y aparecen de forma
explosiva, pues antes no hay nada semejante. Esto avalaría la teoría wallaciana
de que algo extraordinario ocurrió en el desarrollo de las especies. Sin
embargo, el resto de las variables dan razón a Darwin, en cuanto a un
desarrollo gradual.
Tenemos el caso de Lucy, un
homínido muy parecido a un chimpancé bípedo. Se conservan moldes craneales que
reflejan la forma del encéfalo y vemos que no son distintos a los de los chimpancés
vivientes. En cuanto a su grado de encefalización, esos antepasados nuestros,
pues, están en ese grado evolutivo de los chimpancés vivientes. En algunas
cuevas del sur de África se encontraron restos de homínidos asociados a
herbívoros (gacelas), y se dedujo que los homínidos habían sido los que habían
llevado allí a los herbívoros, con lo que eran capaces de organizarse, abatir
presas, transportarlas y compartir el alimento. Y también se han encontrado
restos de homínidos acumulados, quizá llevados allí por depredadores, leopardos
y otras especies.
Vemos también la utilización
de instrumentos de piedra con que se ayudaban para reducir el filo de un
objeto. Con ello esos homínidos pudieron acceder a nuevos tipos de alimento,
algo imprescindible para la expansión del cerebro. Es la primera vez que aparece
la tecnología en la historia humana y a partir de ahí tenemos un desarrollo
tecnológico que es propiamente gradual. Así que mientras que en el terreno de
los símbolos, asistimos a una explosión, el desarrollo tecnológico se va
perfeccionando gradualmente. Aquí podríamos decir que Darwin gana y Wallace
pierde.
Esos homínidos eran capaces
de fabricar instrumentos de piedra muy perfectos. En el sentido morfológico sí
asistimos, pues, a un proceso gradual. Desde el punto de vista de la apariencia
física, tenemos otro argumento a favor de Darwin.
Y ahora damos un gran salto
evolutivo y nos situamos en Atapuerca. Los homínidos encontrados aquí muestran
que eran capaces de entender el funcionamiento de los ecosistemas europeos y
sus ciclos estacionales, de sobrevivir en lugares en los que ningún otro
primate ha podido hacerlo. Existe una complejidad mental que les permite
entender cómo funcionan esos ciclos naturales y de ahí pudieron sobrevivir en
el continente europeo. El mero hecho de haber podido escapar de África muestra
que tenían una mayor capacidad para comprender los fenómenos naturales que los
chimpancés, que no han salido de su ambiente tropical. Esto también aboga a
favor de Darwin.
También en Atapuerca hemos
encontrado al grupo humano, un comportamiento social de tipo moderno. Hay
argumentos sólidos a favor de que la biología social de esta especie es una
biología social humana. En el resto de especies cercanas a las nuestras no hay
grupos sociales como los nuestros, como los gibones, orangutanes, gorilas, por
ejemplo. Podemos, pues, constatar la existencia de una biología social hace
400.000 años.
Resumiendo: hemos visto las
dos líneas evolutivas en que se produce el aumento del encéfalo. Una de ellas
es la de los neanderthales, que desarrollan un gran cerebro, y la otra línea es
la nuestra. Los neanderthales que vivieron en nuestro territorio hasta no hace
mucho, pueden ser considerados como una especie moderna. Hace menos de 30.000
años los neanderthales tenían una mente instintiva, animal. Hacían fuego,
enterraban a sus muertos. Sería la culminación de hasta donde pueden llegar los
genes. Sus acciones serían automáticas (también nosotros tenemos automatismos,
como conducir, respirar, etc.). Pero cabe preguntarse: los neandertales ¿eran
no humanos o humanos distintos?
Fuente: Boletín Informativo
nº 322. Fundación Juan March
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