TEORÍA
DEL BIG BANG
Desde que se admitió la expansión del
Universo como la interpretación más probable de la ley de Hubble del
desplazamiento hacia el rojo, muchos astrónomos se dieron cuenta de que esto
implicaba un Universo considerablemente diferente que en el pasado. La
literatura de los años 30 y 40 contiene muchas alusiones a un supuesto estado
denso y caótico de la materia, que constituiría un contexto propicio a la
formación de estrellas (la mayoría de las estrellas parecía tener entonces
aproximadamente la misma edad que el Universo en conjunto). Sin embargo, una
reflexión sustancial sobre lo que había podido pasar miles de millones de años
antes seguía siendo la excepción.
Georges Gamow, un físico nuclear
formado en Rusia pero que hizo carrera en Estados Unidos, es considerado en
general como el primer investigador que reflexionó seriamente sobre este
problema de los orígenes del Universo. En 1935, se concentró en las reacciones
nucleares susceptibles de haberse producido cuando toda la materia estaba al
menos tan caliente y era tan densa como en el núcleo de las estrellas actuales.
Continuó sus investigaciones después de la segunda guerra mundial, en
colaboración con Ralph Alpher y Robert Herman. Los tres se dieron cuenta de que
si el Universo era inicialmente un fluido constituido únicamente por protones,
habría acabado en forma de hidrógeno y de helio en una proporción de alrededor
de un átomo de helio por cada ocho átomos de hidrógeno. Estudiaron a
continuación el entorno térmico en el que se tenían que haber producido las
reacciones nucleares y concluyeron que, después de millones de años de
expansión y de enfriamiento, el Universo tenía que estar a una temperatura de
unos 5 kelvin.
El mismo Gamow no se tomó su propia
predicción suficientemente en serio para iniciar la busca de una firma en radio
de una temperatura de 5 kelvin. ¡En 1949 o 1950, le dijo a uno de sus estudiantes
que no conocía ningún problema interesante en espectroscopía milimétrica! Sin
embargo, los sensores que se habían desarrollado durante la segunda guerra
mundial (fundamentalmente asociados al nombre de Robert Dicke) probablemente
habrían permitido detectar la radiación de fondo en aquella época.
Mientras tanto, un equipo de tres
astrónomos británicos había decidido que la expansión cósmica no significaba
necesariamente un Universo diferente en el pasado: es la idea llamada del
Universo estacionario. Fue avanzada en 1948 por Hermann Bondi, Thomas Gold y
Fred Hoyle (los dos primeros habían huido del nazismo de la Europa continental
y el tercero era una persona del Yorkshire). Como los tres y sus partidarios
tienen un excepcional talento de oradores y de divulgadores, su idea se hizo
probablemente más popular entre el gran público que en la comunidad de los
astrónomos profesionales. Allan Sandage lo ha expresado con una fórmula de un
chovinismo exquisito: «Yo no creo que la creación continua se haya tomado nunca
en serio en California».
Un universo estacionario ha estado
siempre en expansión, y lo estará eternamente (lo que suprime toda posibilidad
de contradicción entre el inverso de la constante de Hubble, es decir la edad
del Universo, y la edad de las estrellas más viejas). Pero ni su densidad ni su
temperatura disminuyen, ya que constantemente surge nueva materia, exactamente
en la proporción necesaria para que todo se mantenga idéntico. Naturalmente,
esta idea viola el principio de conservación de la masa y de la energía tal
como se concibe ordinariamente, pero a un nivel tal que no se puede esperar que
se detecte en el laboratorio: es del orden de un átomo de hidrógeno por siglo
para un volumen equivalente al de la torre Eiffel. Desde el punto de vista de
sus autores, esta teoría tiene el mérito de hacer de la creación un fenómeno
físico aprehensible, en vez de remitirla al principio, allí donde nadie puede
estudiar el proceso.
Las proposiciones del modelo de
Universo estacionario tuvieron una fecundidad considerable: muchos astrónomos
se sintieron en la obligación de refutarlo y desarrollaron con esta intención
diversos tipos de observaciones de las que nos seguimos sirviendo en la
actualidad (catalogación de las radiofuentes, medida de las luminosidades de la
superficie de las galaxias, etc.).
Estas primeras pruebas, daban
globalmente la preferencia al modelo del Big Bang y a los modelos evolutivos en
general respecto a la idea de un universo estacionario, ya que sugerían que el
Universo había sido diferente en el pasado. Pero no hasta el punto de que una
persona sensata estuviese absolutamente obligada a elegir. La expresión misma
de «Big Bang» fue inventada por Hoyle como un insulto deliberado, antes de que
lo adoptasen los partidarios de los universos evolutivos.
¿Era la radiación radio detectada por
Penzias y Wilson la predicha por Gamow quince años antes?
Entre 1955 y 1967, la gran mayoría de
la comunidad científica rechazó el modelo de Bondi, Gold y Hoyle, que
actualmente sólo conserva un puñado de fieles. Hay tres razones principales
para este rechazo.
La primera, que fue la última que
adquirió una fuerza de convicción definitiva, fue la contabilización de las
radiofuentes y más tarde de los cuásares. El resultado fue la aparición de una
proporción mucho más elevada de fuentes débiles que de fuentes brillantes. Esto
se puede interpretar de dos maneras: o bien en el pasado existían más
radiofuentes (que en la actualidad aparecen débiles debido a su distancia), o
bien vivimos de modo muy improbable en una especie de hueco local, en medio de
una población específica. Las medidas del desplazamiento hacia el rojo de las
radiofuentes y los cuásares acabaron con la hipótesis llamada «local»; los
elevados valores atestiguaban el alejamiento de estas fuentes débiles. A partir
de 1967 se podía decir con seguridad que las galaxias habían sido sede de
fenómenos violentos más a menudo en el pasado que en la actualidad. Por lo
tanto, el Universo ha cambiado con el paso del tiempo: no está en un estado
estable. Una de las contribuciones precoces y duraderas del astrónomo británico
Martin Rees a la ciencia fue haber convencido a su director de tesis Dennis
Sciama (los dos estaban en Cambridge). Esto hace de Sciama el único defensor
convencido de la creación continua que cambió de opinión.
La segunda razón fue la identificación
del helio como una reliquia del Universo primitivo. Gamow y sus colaboradores
ya lo habían predicho pero, en los años 50, la mejora de los análisis
espectrales de las estrellas y de las galaxias confirmó que la casi totalidad
de lo que podemos observar está compuesto de un 75% de hidrógeno y de un 25% de
helio (en proporción de masas, la proporción en número de átomos es del 90% y
del 10% respectivamente). Naturalmente, el helio también es un producto de
reacciones nucleares internas en las estrellas. Pero, para producir la cantidad
que observamos en el intervalo de tiempo atribuido a la creación de materia por
la teoría del Universo estacionario, se necesitarían unas galaxias diez veces
más brillantes que tal como lo son en realidad. Este hecho se anunció en
algunas raras ocasiones y luego cayó en el olvido a partir de 1960.
Tercero, Arno Penzias y Robert Wilson
midieron en 1965 una radiación de fondo cuyo origen era desconocido. Cuando
publicaron su descubrimiento ya estaban seguros de haber visto algo distinto de
una bolsa local de radiación: la radiación presentaba fundamentalmente la misma
intensidad y el mismo espectro en todas las direcciones del cielo.
De hecho, los modelos del Big Bang habían
predicho la existencia de este tipo de radiación mucho antes de que fuese
descubierta. Y sería imposible explicarla en el marco de un universo
estacionario. La cantidad total de energía de la radiación micrométrica de
fondo no es gigantesca, y podría ser producida por las estrellas y las
galaxias. Pero, para que esta radiación presente un espectro de cuerpo negro y
esté casi a la misma temperatura en todas partes en el Universo, tiene que
haber interaccionado con materia muy densa y térmicamente homogénea. Esto era
fácil de lograr en el Universo primitivo, pero completamente imposible en
cualquier otra situación. El mismo George Gamow quizá no estaba convencido del
todo: ¿era verdaderamente la radiación descubierta por Penzias y Wilson la que
él había predicho? Al principio de 1967 planteó textualmente la siguiente
pregunta durante una conferencia: «Vale, yo he perdido una moneda de cinco
centavos y usted ha encontrado una. ¿Quién puede decir que es la misma?» Pero
la moneda encontrada por Penzias y Wilson no era una moneda cualquiera.
Golpeada por el canto de la ley de la radiación de un cuerpo negro a 5 kelvin,
no podía ser sino la perdida por Gamow veinte años antes. Hacia 1965, con uno o
dos años de diferencia, casi toda la comunidad astronómica se había adherido a
un modelo de universo descrito por una de las soluciones de las ecuaciones de
la relatividad general y que habría pasado por un estado caliente y denso (el
Big Bang) hace de 10.000 a 20.000 millones de años. A partir de ahí se podía
interesar por temas como la distribución de las galaxias en el espacio, la
naturaleza de la materia oscura y los hipotéticos acontecimientos anteriores al
estadio inicial caliente y denso.
EDAD
DE PIEDRA
Edad de piedra, periodo histórico, o
más exactamente prehistórico, en el cual el instrumental empleado por el hombre
estaba construido principalmente con piedra, pero también con hueso,
cornamentas de cérvidos o madera. El término ‘edad de piedra’ abarca casi toda
la existencia del hombre, puesto que comienza con los útiles más antiguos
hallados por la arqueología y finaliza en algunas zonas del mundo, como
Australia y Polinesia, tan sólo hace dos siglos, cuando el uso del metal (hito
que marca el final de la edad de piedra) fue difundido por los europeos.
A mediados del siglo XIX, los expertos
europeos en antigüedades establecieron con certeza que el hombre vivió en
tiempos remotos al mismo tiempo que una serie de animales extinguidos. Además,
determinaron que las piedras que en siglos anteriores se denominaban ‘piedras
del rayo’, eran útiles humanos antiguos y que la época de la piedra tallada
precedía en el registro arqueológico a la piedra pulimentada, aún sin saber
nada sobre la difusión o duración del periodo en que fueron empleados. La edad
de piedra, que precede a la edad del bronce y a la edad del hierro, fue
posteriormente subdividida por el naturalista y político británico John Lubbock
en distintas fases. En 1865 acuñó los términos ‘paleolítico’ (del griego paleo,
‘antiguo’, y lithos, ‘piedra’) y ‘neolítico’ (de neo, ‘nuevo’) para definir los
periodos de piedra tallada y pulimentada respectivamente.
GRUPOS
HUMANOS DEL PALEOLÍTICO
A lo largo de todo el paleolítico el
hombre fue cazador y recolector aunque también se dedicó a la pesca. De hecho,
durante la mayor parte del paleolítico inferior los primeros seres humanos
(Australopithecus, Homo habilis y Homo erectus) fueron probablemente más
carroñeros que cazadores. Fue en el paleolítico medio y superior cuando se
realizaron actividades de caza propiamente dicha, efectuadas con medios más
apropiados y en batidas comunales. Los cazadores centraron su actividad en
herbívoros como caballos, bisontes, cabras, ciervos y antílopes, dependiendo de
cada región y del clima, que fluctuó durante toda la época glacial. La caza
mayor, como el mamut, fue escasa en comparación con la caza menor, aunque es
cierto que la actividad depredadora del hombre influyó en su extinción y en la
de otras especies de megafauna en diversas partes del mundo. En las llanuras de
Norteamérica, los cazadores explotaron las manadas de bisontes en batidas
masivas, provocando estampidas hacia barrancos donde los mataban
posteriormente. Los grupos humanos del paleolítico parecen haber sido
extremadamente nómadas, desplazándose según las estaciones siguiendo a las
grandes manadas. Durante el paleolítico inferior debieron vivir principalmente
en pequeños campamentos, de los cuales se han encontrado restos en yacimientos
al aire libre, algunos de ellos en terrazas de ríos, aunque también ocuparon
cuevas como el caso de Zhoukoudian (China) o Tautavel (Francia). En el
paleolítico medio y superior se ocuparon de forma más intensa las cuevas y los
abrigos rocosos, pero el hombre continuó viviendo al aire libre. En el
paleolítico inferior se construyeron algunos refugios rudimentarios, como los
de las dunas de Terra Amata (Niza, sur de Francia), pero en el paleolítico
superior hay testimonios de ligeros entoldados y, en Europa central y oriental,
de sofisticadas cabañas hechas con cientos de huesos de mamuts.
MESOLÍTICO
El periodo de transición entre el
final de la glaciación y el inicio del neolítico, constituyó una especie de
hiato en el registro arqueológico llevado a cabo en el siglo XIX. Con el paso
del tiempo se acuñó el término ‘mesolítico’ (edad de la piedra media) para
denominar este periodo de transición en Europa. Hacia la década de 1880 ya se
habían identificado algunas culturas desarrolladas entre el 8500 y el 7000 a.C.
en el Oriente Próximo, pero en Gran Bretaña (territorio en el que el neolítico
procede del continente europeo) esta etapa llegaría hasta el IV milenio. Por lo
general los grupos mesolíticos siguieron siendo cazadores-recolectores, como
sus predecesores, pero pasaron a cazar otras especies de animales muy
diferentes (como el ciervo rojo y el cerdo en vez del reno) debido al cambio
del clima, que tras la glaciación se hizo más templado. El utillaje lítico
refleja este cambio de las condiciones ambientales y está caracterizado por la
presencia de los microlitos geométricos. Éstos no se utilizarían solamente como
puntas de flecha sino también como elementos de instrumentos más complejos,
uniendo las puntas, con resina, a mangos de madera o astas de animales, que se
emplearían como hoces u otros tipos de aperos para la recolección. También se emplearon
hachas de piedra o azuelas para el trabajo de la madera. Fueron los grupos
paleolíticos finales (o epipaleolíticos) del Oriente Próximo, como los de la
cultura natufiense de Palestina, quienes al parecer dieron los primeros y
decisivos pasos hacia la producción de alimentos y la adopción de la vida
sedentaria.
NEOLÍTICO
El neolítico ha estado
tradicionalmente asociado a los orígenes de la agricultura, a la vida
sedentaria y al uso de la cerámica y de instrumentos de piedra pulimentada. Sin
embargo, en la actualidad se sabe que algunos de estos rasgos son anteriores a
esta etapa. La cerámica hizo su aparición en Japón hace 16.000 años y en
Australia se han encontrado útiles pulimentados con una antigüedad de 32.000
años. Incluso durante el neolítico estas características no siempre aparecen de
forma conjunta. Por ejemplo, en el Oriente Próximo la producción de alimentos
fue anterior a la aparición de la cerámica, lo que ha dado origen al término de
neolítico precerámico (véase Jericó). No obstante, el vocablo neolítico sigue
en uso en algunas partes del Viejo Mundo. Sus inicios se centran en el VII
milenio en el Oriente Próximo y tiene su fin en el II milenio en Europa
septentrional dependiendo del comienzo de la utilización del cobre.
En el neolítico se produjo la
aparición de los primeros poblados con casas edificadas con diferentes
materiales, en diferentes partes del mundo: casas de adobe en el Oriente
Próximo y de grandes troncos de madera en Europa central y occidental por
ejemplo. En Jericó, el neolítico precerámico coincidió con la construcción de
una monumental muralla de piedra. Pero quizá el poblado neolítico más
extraordinario sea el de Skara Brae en las islas Orcadas, cuyas casas y su
mobiliario (incluido alacenas, aparadores y camas) están realizadas con losas.
La cerámica, producto del desarrollo natural de pueblos sedentarios, fue
ampliamente utilizada. El cultivo de cereal y la domesticación de animales,
como vacas, ovejas, cabras y cerdos, fueron resultado no de un brillante
descubrimiento, sino de la necesidad causada por la presión demográfica. La
minería también hizo su aparición en el neolítico. Sus orígenes se pueden
rastrear en el paleolítico, al practicarse actividades mineras para obtener
ocre en África y en Australia o al excavar en cuevas para extraer nódulos de
piedra. En el mesolítico se había obtenido obsidiana (piedra volcánica) en las
islas del Mediterráneo, pero fue en Europa septentrional durante el neolítico
cuando se explotaron ricas vetas de sílex de alta calidad mediante un enorme
sistema de pozos y galerías radiales, extrayendo los bloques con picos
construidos con astas de animales. Entre las minas mejor conocidas se
encuentran las de Grimes Graves (Gran Bretaña), de Krzemionki (Polonia) y de
Spiennes (Bélgica). El sílex de estas minas, al igual que el de otras muchas
explotaciones al aire libre, fue transformado en hachas talladas o
pulimentadas, objetos de una extensa y lejana comercialización, que se
emplearon en la profunda deforestación que se produjo en Europa en esta época.
Las numerosas y alargadas casas (de decenas de metros de longitud) construidas
con grandes tablas de madera, pueden ser consideradas como evidencia de la
deforestación. En el yacimiento de Kückhoven (Alemania noroccidental) se ha
encontrado el pozo más antiguo, fechado más allá del 5000 a.C., que estaba
revestido con enormes tablas de madera. Durante el neolítico también se
construyeron carreteras o pistas mediante tablones de madera en la Europa
húmeda, como la de Somerset (Gran Bretaña) y poblados formados por casas de
madera a orillas de los lagos alpinos, a veces palafitos, esto es, levantadas
en plataformas sobre el agua. Las excavaciones en estos poblados lacustres han
sacado a la luz gran cantidad de productos manufacturados a partir de materiales
orgánicos, como objetos de madera, de cestería o tejidos, que normalmente se
desintegran con el paso del tiempo. Ello ha permitido vislumbrar la vida
cotidiana de finales de la edad de piedra. Este tipo de materiales también se
conserva en ambientes extremadamente áridos como el suroeste americano o las
alturas andinas. La cerámica estaba a menudo ricamente decorada mediante
motivos incisos, estampillados o pintados.El arte neolítico también presenta
una amplia variedad de figurillas (en ocasiones femeninas como en la zona
euroasiática) pero quizá los logros más importantes se encuentran en una serie
de imponentes monumentos localizados en diferentes partes del mundo. En Europa
occidental hay numerosos túmulos funerarios de grandes dimensiones, construidos
con tierra sobre las estructuras mortuorias de piedra. Es notable el ejemplo de
Silbury Hill (sur de Inglaterra), un enorme túmulo de creta de 40 metros de
altura y 160 de diámetro, construido hacia el año 2600 a.C. Más impresionantes
aún son los monumentos megalíticos (del griego mega y lithos, ‘grandes
piedras’) en especial los de Europa occidental: los grandes círculos británicos
(de los que Stonehenge y Avebury son quizá los más conocidos); los menhires, o
piedras hincadas verticalmente en el suelo, en la mayoría de los casos aislados
pero en ocasiones en conjuntos como los asombrosos alineamientos de Carnac
(Bretaña, Francia); los menhires-estatuas antropomórficos y las grandes tumbas
megalíticas, desde Escandinavia hasta Portugal. Muchas de estas tumbas estaban
profusamente decoradas con motivos incisos en sus piedras: espirales, puntas de
diamante e incluso hachas. Algunas tumbas en España y Portugal estaban pintadas
en su interior. Está bien comprobado que el trazado y la orientación de algunos
de estos monumentos estaban en relación con la astronomía. Por ejemplo,
Stonehenge está orientado según el solsticio de verano mientras que New Grange
tiene un vano a través del cual penetran los rayos solares durante el solsticio
de invierno. Aunque los bloques de piedra levantados en algunos de los
monumentos europeos son de imponentes dimensiones, el logro probablemente más
destacado de cualquier grupo humano en la edad de piedra se encuentra en la
isla de Pascua, en el sur del océano Pacífico, donde desde los primeros siglos
de nuestra era hasta el año 1600 aproximadamente, los nativos del neolítico
construyeron impresionantes estatuas que descansaban sobre plataformas enormes
construidas con cascajo y recubiertas con losas. Se esculpieron unas mil de
estos moai en toba volcánica con cinceles de basalto y fueron transportadas,
probablemente sobre troncos a modo de rodillos, varios kilómetros hasta la
costa donde se encontraban las plataformas. El trabajo que supuso el labrado,
el traslado y el izado de los megalitos ha generado un profundo respeto por sus
constructores y por la inmensa capacidad del hombre, equipado tan sólo con
utillaje de piedra y materiales orgánicos.
EDAD
DE LOS METALES
Edad del bronce, periodo histórico en
el desarrollo de cualquier cultura humana anterior a la introducción del hierro
y en la cual la mayor parte de los utensilios y armas se fabricaban en bronce.
Cronológicamente el término tiene un valor estrictamente local, ya que el
bronce se comenzó a usar, y sería posteriormente sustituido por el hierro, en
distintas épocas en diferentes lugares del mundo. Por lo general le precede una
edad del cobre.Los descubrimientos arqueológicos desde 1960 han hecho dar un
vuelco a las teorías tradicionales relativas al origen de la tecnología del
bronce. Se había pensado que el uso del bronce había tenido su origen en el
Próximo Oriente, pero descubrimientos cercanos a Bang Chieng (Tailandia)
muestran que la tecnología de dicho metal era conocida allí hacia el 4500 a.C.,
unos centenares de años antes del empleo del bronce en el Próximo Oriente. Se
han encontrado objetos de bronce en Asia Menor que se fechan antes del 3000
a.C. Al principio esta aleación fue usada de forma limitada, principalmente
para objetos decorativos. El estaño necesario para su fabricación no era
abundante en la región, pero la importación regular de este material desde
Cornualles en Inglaterra durante el II milenio a.C., hizo posible un uso más
amplio del bronce en el Oriente Próximo y finalmente fue utilizado para utillaje
y armamento.El cobre natural se empleaba ya en útiles diversos y ornamentos en
fecha tan temprana como el 10000 a.C. Posteriores descubrimientos en Rudna
Glavna, en la actual Serbia, han mostrado que el cobre se usaba allí desde el
4000 a.C., aunque el bronce no era conocido todavía en esa época. Hacia el 3000
a.C. se comenzó a utilizar el bronce en Grecia. En China, la edad del bronce no
comenzó hasta el 1800 a.C. Las culturas precolombinas de América no conocieron
la tecnología del bronce hasta el 1000 d.C. aproximadamente. Las principales
culturas de la península Ibérica del cobre y del bronce, respectivamente,
fueron la de Los Millares y la de El Argar.La edad del bronce en el Oriente
Próximo y en el Mediterráneo oriental ha sido dividida en tres etapas: inicial,
media y última. La inicial está caracterizada por el incremento del uso del
metal, que pasa de ser esporádico a común. Fue el periodo de la civilización
sumeria y el encumbramiento de Acad hasta su predominio en Mesopotamia; también
generó los espectaculares tesoros de Troya. Babilonia alcanzó su cumbre durante
el bronce medio. La Creta minoica y la Grecia micénica fueron las grandes
civilizaciones del bronce último. La edad del bronce acabó en esa zona hacia el
1200 a.C., fecha tras la cual se generalizó la tecnología del hierro.
EVOLUCIÓN
DEL HOMBRE
AUSTRALOPITHECUS,
género extinguido de
homínidos representado por al menos seis especies que vivieron en el este y el
sureste de África hace entre 4,5 y 1 millón de años aproximadamente. En algunos
aspectos eran similares a los monos, pues tenían el cerebro pequeño y un cuerpo
de proporciones simiescas. Se diferenciaban de ellos por la postura erguida y
la marcha bípeda. Además, la dentadura de Australopithecus tenía caninos
menores y molares recubiertos por una capa de esmalte más gruesa, rasgos que
también se encuentran en los humanos.Los australopitecos pueden dividirse en
dos grupos: uno con formas más robustas (A. aethiopicus, A. robustus y A.
boisei, que vivieron hace entre 2,5 y 1 millón de años) que seguían una dieta
de material vegetal tosco; y otro de formas más ligeras (A. afarensis y A.
africanus, que vivieron hace entre 3,7 y 2 millones de años) que se alimentaban
con una dieta más variada. En 1994 se descubrió una especie nueva llamada A.
anamensis, a la que se atribuye una antigüedad de unos 4 millones de años. A.
anamensis estaba parcialmente adaptado a la marcha bípeda y puede ser el
antepasado de los otros dos grupos de australopitecos. Casi todos los
antropólogos consideran que una de las especies de constitución más ligera (A.
afarensis, la especie a la que pertenecen los famosos restos fósiles
denominados Lucy) está en la línea evolutiva directa de las especies de nuestro
propio género, Homo. Las formas robustas, sin embargo, habrían formado otra
línea evolutiva finalmente extinguida. Véase también Evolución humana
HOMO
HABILIS (‘HOMBRE HÁBIL’),
primate extinto que pertenece a la subfamilia de los Homininos, grupo que
incluye a los seres humanos. Los científicos creen que esta especie vivió en
África hace 2 y 1,5 millones de años.El Homo habilis es el miembro más antiguo
conocido del género Homo, rama de los homininos que se cree engloba al género
humano (véase Evolución humana). El primer fósil de Homo habilis fue
descubierto en 1960 por el paleoantropólogo británico Louis Leakey en la
garganta de Olduvai, norte de Tanzania. Leakey descubrió la mandíbula,
parietales, clavícula y otros huesos del que proclamó como primer miembro del
género humano y primer fabricante y usuario de herramientas, objetos que
descubrió también en Olduvai. Sin embargo, no todos los científicos están de
acuerdo con esta teoría, aunque es probable que esta especie represente la
transición evolutiva entre los Australopithecus y los posteriores homininos.El
Homo habilis presenta una capacidad craneana (véase Cráneo) mayor que la de los
australopitecos, 600 cm3 frente a 500 cm3, la mandíbula menos saliente y el
cuerpo con apariencia menos simiesca: se asemeja más a los humanos al presentar
un volumen corporal y unas extremidades más acordes con la altura. El Homo
habilis era más alto que el australopiteco, aunque más bajo que el Homo
erectus, especie posterior.Recientemente se han descubierto nuevos fósiles en
el norte de Kenia, Sudáfrica y Malawi. Debido a que presentan una capacidad
craneal mayor que el Homo habilis (casi 800 cm3), hoy las investigaciones y
debates se centran en resolver quién fue el verdadero antecesor del Homo
erectus.
HOMO
ERECTUS O PITECÁNTROPO (‘HOMBRE ERECTO’), primate extinto que pertenece a la subfamilia de los
Homininos. Antepasado del Homo sapiens, se han encontrado restos de Homo
erectus en Kenia, Java, Indonesia, Europa y China. Los primeros fósiles fueron
hallados en la isla de Java, tipo que fue denominado Pithecantropus erectus u
hombre de Java, y que se caracterizaba por ser totalmente bípedo (véase Bipedación),
con una capacidad craneana de entre 750 y 900 cm3, aunque las últimas especies
la aumentaron hasta los 1.250 cm3. Más tarde se encontraron fósiles semejantes
en China (hombre de Pekín), en Europa (hombre de Heidelberg) y en África
(Atlanthropus). El Homo erectus vivió hace 1,8 millones de años y perduró hasta
hace unos 130.000 años.
HOMO
SAPIENS, término
latino empleado para designar a la especie humana. El nombre de ser humano se
aplica a ciertas especies que fueron los antecesores evolutivos del Homo sapiens
(véase Evolución humana). Los científicos consideran a todos los seres humanos
actuales como miembros de una única especie.
CLASIFICACIÓN
El Homo sapiens está caracterizado,
desde el punto de vista taxonómico, como un animal (reino Animal), dotado de
una espina dorsal (filo de los Cordados), segmentada (subfilo Vertebrados); la
madre da de mamar a sus crías (clase de los Mamíferos), cuya gestación se
realiza en el útero dentro de una placenta (subclase de los Euterios); está
provisto de extremidades que tienen 5 dedos, posee clavícula y un único par de
glándulas mamarias situadas en el pecho (orden de los Primates). Los ojos se
encuentran emplazados en la parte frontal de la cabeza, lo que facilita la
visión estereoscópica (capacidad de apreciar el relieve y la distancia a la que
se encuentran los objetos); el cerebro es grande en relación con el tamaño del
cuerpo (suborden Antropoideos). La especie pertenece a la familia de los
Homínidos, cuyas características generales se describen a continuación.
ESTRUCTURA
Y FISIOLOGÍA
Las características del esqueleto que
distinguen al Homo sapiens de sus parientes primates más próximos —el gorila,
el chimpancé y el orangután— son consecuencia de una adaptación muy temprana a
una postura erecta y a una forma de caminar que utiliza sólo las extremidades
posteriores (bipedación). Gracias a la columna vertebral que poseen, el centro
de gravedad se sitúa justo encima de la superficie de soporte que constituyen
los pies, lo que proporciona la estabilidad necesaria para caminar. Hay otras
modificaciones mecánicas imprescindibles para conseguir la bipedación: una
pelvis ancha, una rodilla que puede doblarse en un solo sentido, un hueso del
talón alargado y un pulgar largo alineado con el resto de los dedos del pie.
Aunque otros antropoides presentan grados de bipedación diferentes, todos
tienen en común la presencia de una columna vertebral recta o arqueada, pies
prensiles, piernas arqueadas y manos utilizadas como apoyo cuando caminan.La
bipedación perfecta del ser humano conlleva la liberación de las manos, que se
convierten de esta forma en instrumentos muy sensibles, capaces de manipular
los objetos de forma muy precisa. El detalle estructural más importante de esta
adaptación es el pulgar humano, que es alargado, puede rotar con bastante
libertad y puede oponerse al resto de los dedos de la mano. Los requerimientos
fisiológicos necesarios para el desarrollo de la capacidad del habla
aparecieron como consecuencia de la adquisición de la postura erguida, que
permitió la ubicación adecuada de las cuerdas vocales, y de la utilización más
compleja de las manos. Por último, el habla se desarrolló por completo gracias
al aumento de tamaño y especialización de un área determinada del cerebro (la
circunvolución de Broca), lo cual es un requisito previo para conseguir el
control preciso de los labios y de la lengua.El cerebro del Homo sapiens es
grande (capacidad media de 1.400 cc) y tiene más o menos el doble del tamaño
que el cerebro de sus antepasados prehistóricos. Este espectacular aumento del
tamaño cerebral en tan sólo 2 millones de años se consiguió en virtud de un
proceso denominado neotenia, que consiste en la retención de características
propias de estados juveniles durante más tiempo. El estado juvenil del cerebro
y el desarrollo del cráneo se prolongan en el tiempo de forma que crecen
durante un periodo de tiempo más largo que el habitualmente requerido para
alcanzar la madurez sexual. A diferencia del cráneo adulto de los humanos
primitivos, que tenían una frente poco prominente y una mandíbula dirigida
hacia delante, el cráneo de los seres humanos —con variaciones de poca
importancia desde el punto de vista biológico— conserva un tamaño grande en
comparación con el resto del cuerpo, tiene una bóveda craneana redonda y elevada,
una cara aplanada y una mandíbula de tamaño reducido, lo que en conjunto
recuerda a las características del cráneo del chimpancé joven. El agrandamiento
del cráneo requiere a su vez modificaciones anatómicas para que el feto pueda
pasar a través del canal del parto; en consecuencia, la pelvis se ensancha al
llegar a la madurez (con la consiguiente pérdida de velocidad en la
locomoción), y el niño nace en un estado de desarrollo prematuro. La capacidad
cerebral de un chimpancé al nacer es el 65% de la que posee un chimpancé
adulto; el Australopithecus, un homínido que existió hace 3 millones de años,
que ya caminaba en posición erecta, nacía con una capacidad cerebral del 50% de
la del adulto. Por el contrario, los recién nacidos del hombre actual tienen
sólo el 25% de la capacidad cerebral del adulto, lo que se traduce en un
periodo más largo de dependencia del cuidado materno. El desarrollo neurológico
del cerebro humano joven, que crece a gran velocidad, se produce gracias a un
periodo prolongado de estimulación y dependencia de los adultos; se ha
comprobado que en aquellos casos en que el ser humano carece de estos lazos
externos en sus primeros años de vida, el desarrollo del cerebro es incompleto.
.COMPORTAMIENTO
Las adaptaciones fisiológicas que hicieron
de los seres humanos animales más flexibles que otros primates, permitieron el
desarrollo de una amplia variedad de capacidades y una versatilidad en el
comportamiento que no tiene comparación en el resto del mundo animal. El gran
tamaño del cerebro, su complejidad y maduración lenta, junto con el desarrollo
neurológico a lo largo de los doce primeros años de vida, proporcionó la base
para que el comportamiento estereotipado e instintivo pudiera ser modificado a
través del aprendizaje. Los cambios en el medio se afrontaron mediante ajustes
rápidos y no a través de una selección genética lenta, con lo que la
supervivencia se hizo posible en condiciones extremas y en una amplia variedad
de hábitats sin necesidad de una diferenciación adicional de la especie; sin
embargo, cada recién nacido, que nace con pocos rasgos innatos y con una gran
potencialidad de desarrollo del comportamiento, debe tener un proceso de
aprendizaje para alcanzar su desarrollo completo como ser humano.
ATRIBUTOS
CULTURALES
El ser humano ha fabricado
instrumentos desde hace más de 1,5 millones de años. Las tecnologías primitivas
estaban en gran medida constituidas por instrumentos de piedra fabricados de
manera más o menos fortuita que servían para rasgar, cortar o raspar. Los arqueólogos
han identificado entre sesenta y setenta tipos diferentes de instrumentos
datados en la edad de piedra que tenían un diseño complejo y una finalidad
específica, como aquellos que se empleaban en ritos ceremoniales. Además de
utilizar la piedra como material para la fabricación de instrumentos como el
hacha, la punta de flecha o los raspadores y taladros que aparecen en la
imagen, también se empleaban el hueso y el marfil. Estas herramientas se pueden
fabricar de forma directa, es decir, golpeando la piedra con cualquier objeto
lo suficientemente duro como para desprender lascas de tamaño y forma adecuada,
o de forma indirecta, a través de un objeto que actúe como cincel y con el que
se golpea la piedra de modo más preciso.
Tamaño
completo
La cultura, entendida como la
capacidad de transmitir información entre generaciones por medios extragénicos,
se ha desarrollado de manera notable en la especie humana proporcionando,
además, identidad a la propia especie. Los modelos de comportamiento integrados
requeridos para la planificación y creación de herramientas se desarrollaron
hace al menos 2,5 millones de años; además, también pudo haber existido en esa
época alguna forma de código avanzado para la comunicación verbal. La
organización de cacerías, la utilización del fuego, el uso de ropa y los
enterramientos con un cierto carácter ritual, estaban ya bien establecidos hace
350.000 años. Hay evidencias que datan desde hace 30.000 o 40.000 años algunos
rituales religiosos, registros sistemáticos de datos y la existencia de un
lenguaje avanzado y unas ciertas normas necesarias para la organización social.
A partir de entonces, el género Homo comenzó a conformarse en el actual Homo
sapiens.
OTRAS
DEFINICIONES
La descripción anterior se basa en la
observación anatómica (véase Anatomía) y en la actual teoría científica sobre
el origen de las especies del género Homo. La humanidad en sí misma y la
esencia del ser humano también puede definirse desde muchas otras perspectivas
culturales, como son la religiosa, la social, la lingüística y la ética.
HOMO
SAPIENS SAPIENS
Los fósiles más antiguos encontrados
con características esqueléticas típicas del hombre moderno datan de hace unos
130.000 a 90.000 años. Varias características clave diferencian los cráneos del
hombre moderno de los de las especies primitivas: arcos superciliares poco
marcados, cráneo redondo y rostro aplanado o sólo ligeramente prominente de
tamaño reducido situado bajo la parte frontal del cráneo. De todos los
mamíferos, sólo el hombre tiene la cara posicionada directamente bajo el lóbulo
frontal (el área más adelantada del cráneo). Como resultado, el hombre moderno
tiende a tener una frente más alta que la que tenían el Neandertal y otros
homínidos primitivos. La capacidad craneana del hombre moderno oscila entre
aproximadamente 1.000 y 2.000 cm3, siendo la media de aproximadamente 1.350
cm3.
En los yacimientos de Singha en Sudán,
Omo en Etiopía, Klasies River Mouth en Sudáfrica y Skhûl en Israel los
científicos han encontrado restos de cráneos de los primeros Homo sapiens
sapiens. Basándose en estos fósiles, muchos científicos concluyen que el hombre
moderno ya había evolucionado en África hace unos 130.000 años y que en algún
momento hace 90.000 años comenzó a dispersarse hacia diferentes partes del mundo
por una ruta a través del Oriente Próximo.
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